Encatarla y suavizarla

Encantada, suavizada, rendida ante la batalla, mirando el foco sobre ella; ese foco candente que quería explotar, explotar y morir. aún se sentía el aroma de la entrega. Minutos antes por su mente pasaban las palabras insinuantes y seductoras: Pero qué más daba. A ella le gustó y le gustaba saber que él podía más. Cómo resistir, si por su piel penetraba ese olor que se mezclaba en su sangre. Era química, era la cosa más extraña y estrepitante que sus latidos podían permitir. Al principio se resistiócomo debería ser: lo fácil aburre. Aun así, siempre terminaba como el rio que fluye; dejándose llevar al lugar misterioso, al cielo descubierto para ser libres, para volar por doquier, por donde el espacio lo permita. Sus ojos parpadeaban, no sabía si estaba despierta o viviendo un sueño o tal vez, solo inerte.

“Esto ya lo hice antes se dijo. Pero él es lindo. A fin de cuentas, el resultado fue en cantarla y suavizarla. Hacer que sus oídos vibren en el silencio perturbable de sus sentidos. Hacer que retuerzan sus venas y que se liberen esparcidas sobre la piel. Que los ecos sean filarmónicos; que un suspiro sea de afuera para adentro. Entonces, sin el tiempo en su mente, comenzó a liberarse de lo que le estorbaba. Mientras él la miraba y desnudaba con su encanto y suavidad. Todo ya era un canto, un canto creado, era un soplo que desprendía el tintineo seductor. Eran más que caricias, era llevar el alma al pasando. Nuevamente lo había logrado. La soledad de los dos y la pasión abrazada.Él por saber hablar y ella por ser mujer.

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