Amo decirlo: la enhebrada juventud de los voremistas es, en sí misma, una transformación de toda la Edad: un periplo necesario para sentirse nuevamente como aquel día que, sentados sobre la arena de la caliente playa, la vimos mirarnos con sus ojos de mujer… !promesa fehaciente de que algún día sería nuestra la ocasión de amarla!. Cada uno tiene su propia identidad con alguna de ellas; cada uno tiene a su derecha la ocasión de asirla, mano con mano, anillo con anillo, hombre con mujer… y así, en medio del delirio de toda nuestra plena juventud, enhebramos la cadena de todos nuestros acontecimeintos y realizamos ej ejercicio de amarlas con toda la intensidad de nuestras Memorias: EL EJERCICIO INDIVIDUAL DE VOLVER A CONQUISTARLA CADA VEZ QUE LLEGA EL INTERLUDIO DE LA FLORACIÓN.