Escena romantica 3

Era el hombre que hasta hacía dos días juraba odiarme, el hombre que ahora tenía frente a mí, tan cerca que si extendía el brazo podría tocarle, el hombre que me hablaba en susurros y que despertaba sensaciones indescriptibles en mi interior.
Poco a poco acercó su cara a la mía y puso sus labios tan cerca de mi oído que oía su respiración lenta y tranquila.
Susurró algo que no llegué a entender y posó suavemente sus labios sobre mi cuello.
Poco a poco noté como su boca se desplazaba, como se acercaba más a mis labios.
Posó sus labios sobre los míos, no fue más que un roce y solo duró unos segundos pero fue mágico.

Se separó de mi todo lo que el reducido espacio de un armario le permitía.
Me pidió disculpas por lo que acababa de hacer e intentó salir de la habitación, le retuve del brazo y le besé, despacio y con todo el cariño del que fui capaz.

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