Esta hora…

Esta hora sin pausa y sin naufragio de las cosas eterniza sus dimensiones y me devora la sombra. Hay una luna blanca que me mira, poco a poco, con impasibles recuerdos de añoranza. No acierto a medir esta hora verde, de árbol desconocido, que nace y me recorre la creencia de ser un hombre con rendijas, como un pájaro unánime que siesga el alba. No acierto a medir esta hora alimentada con flores de cien hojas y otras presencias de mil sueños que me hacen sentir sus frutos tan presentes que se quedan sembrados en el huerto de las esperanzas. Por eso pienso, simplemente, que es la hora arcana de los alientos impensados.

Mañana, el día se teñirá del tinte de un errante cielo. Y la gente se volverá a mirar al sol. Y yo extenderé mi cuerpo a través de la brillante aureola luminosa y mantendré delante de las flores, bajo el errante cielo, los preciosos aleteos de esta hora nocturna que viene a ser como trino de ave de primavera en desesperada huída hacia el horizonte.

En esta hora puedo emprender mi canto volcado entre el viento alborotado de mis calles favoritas de la vieja zona de la ciudad y me puedo adentrar en esa primavera imaginada que es el eco de todos los poemas que se han escrito ya en el universo. Finalmente flotaré hasta alcanzar la nube dorada donde se esconde la bandada de pájaros rebeldes y plasmaré, a través de cada sílaba de los versos, algo así como “el cielo emprende inocentemente un viaje de esperanza sobre las estrellas no encontradas” y permaneceré en esta habitación recitando odas y fabricando escandalosos sueños con el más pequeño movimiento de mi alma… porque creo en la sensibilidad del ser humano, sobre todo ahora que la noche refluye en mis sentidos.

Sé que la envoltura de los dedos de un poeta sabe hablar a través de la tierra de su cuerpo y por eso la meseta espumosa del caminar por el tacto y la caricia es el pacto primigenio de la acción de separar las metáforas y absorberlas como si hablasen a oscuras, lentamente, ampliando los lejanos caminos. Creo en las sensaciones que parten de esos dedos que escriben y penetran en los cordajes apasionados de cualquier beso. Es la hora de permanecer abrazados hasta quedar dormidos en un éxtasis sonoro y sensual que nos vuelva a introducir, una y mil veces más, en el mundo de los misterios.

Un salto hacia adelante alumbrado sólo por el efecto lunar y una experimentación hipnótica desencadenada por el frenético escenario de las estrellas compitiendo entre si en un trenzado centelleo consagrado por efectos progresivos que son una propuesta auténtica para los rasgos faciales. Una pluralidad de colaboraciones celestes para hacer más singulares los pasos del ser humano que obtiene así el reconocimeinto de sus ilimitaciones. El humano y sus recuerdos. Aquellos que nadie puede arrebatarle porque están dispuestos a ser proyectados hacia el futuro.

¿Quién puede definir en esta hora lo que es verdad y lo que es ficción?. Forman parte inseparable de un mismo mensaje: una fe que modifica la narración de lo que contemplamos. Una provocación literaria. Una historia hermosa que llega a nuestros pálpitos. Una vuelta a las raíces de los múltiples y diversos estilos de la representación humana. !Dios mío me pierdo y no consigo atrapar todo lo que me dices en esta hora!. Y entonces sólo queda una cosa por hacer: olvidarme de mí mismo y adentrarme en esa dimensión que todos poseemos pero que sólo descubrimos al llegar esta hora en que podemos comprender todo lo inexplicado del día mientras en el exterior sólo se escuchan los místicos sonidos del silencio.

Deja una respuesta