Fórmula para cambiar de vida

Salí de mi trabajo como un día más. Siempre llego a mi departamento pensando como sería mi otra vida. Si tuviese otra vida, podría ser feliz y exitoso. Sería más amable y menos egoísta, pues no me faltaría nada. Sería más feliz y menos preocupado. Sería persona y no gente. Si sólo tuviese otra vida.
Decidí preguntarle consejo a un viejo amigo. El era todo un intelectual, y no hay problema que el no resuelva.
– ¿Así que…? – Tomó un trago de su extraño y verdoso té – … ¿Buscas otra vida?
– Si. Ya me he cansado de la que tengo.
– ¿De eso se trata? Bueno, te ayudaré.
– ¿En serio?, es decir, ¿puedes hacerlo?
– ¡Seguro! Sólo pon atención a la fórmula.
– De acuerdo.

– Primero, sal a la calle y ve a tu trabajo. Revisa bien el lugar donde trabajas, cada detalle, cada rincón. Segundo, vuelve a casa por el camino que usualmente tomas para volver. Saluda a todo el que veas, lo conozcas o no. Tercero, al llegar a tu departamento, entra y prepara algo para comer. Al terminarlo, invita a cualquier persona desconocida a comerlo contigo, te aconsejo una mujer, son menos peligrosas y malintencionadas. Y por último, antes de dormir, repasa tu día y nombra todo lo que más te gustó en voz alta.
– ¿Y cual es el motivo de tamaña travesía?
– ¿Quieres que tu vida tenga todo lo que quieres?, entonces hazlo. Cuando despiertes, llámame desde tu nueva vida.
– De acuerdo.

Al fin salí a la calle y me dirigí a mi trabajo. Llegué a mi triste cubículo, y comencé a revisarlo. Encontré algo de dinero bajo el asiento. También una foto de mis hermanos que se me había perdido hace mucho. Cuando el cielo se despejó, noté como la luz de la luna bañaba mi cubículo. Se veía triste, pero no me causaba tristeza. Salí de ahí y caminé por la calle a mi casa.
Saludé a todo quien se cruzara por delante, y todos demostraron una sonrisa. No pensé que la gente tuviera tan buen humor. Llegué a mi mi departamento y preparé una rica sopa. Salí al pasillo del edificio y esperé a que pasara alguien. Debido a la hora, solo vi a la conserje que arreglaba sus cosas para irse a casa. La llamé e invité a comer. Era una señorita muy agradable. Muy educada y muy interesante para ser una conserje. Al retirarse, nos pusimos de acuerdo para pasar otra velada algún día. Luego me fui a acostar, y repasé lo que había hecho. Comencé a decir en voz alta lo mejor del día.
– Mi cubículo guardaba tesoros que no creí encontrar ni en mi casa, luego, al salir, me di cuenta que la gente no es tan mala como parece, al llegar a casa conocí a una persona maravillosa a la que siempre veía y miraba en menos, pero ahora me doy cuenta de que vale mas que yo, y finalmente, pude darle color a mis memorias, recordando todo lo que he hecho.

Así me quedé dormido, con la esperanza de tener un nuevo cuerpo y vida en la mañana. Al despertar, me miré en el espejo, y seguía igual. Mi rostro, mi departamento, todo igual. Como estaba atrasado, no pude llamar a mi amigo y salí de inmediato a mi trabajo, algo decepcionado porque no funcionó la fórmula. Al salir, la conserje me saludó, y sentí una sensación cálida dentro de mí. Luego al pasar por el camino a mi trabajo, la gente que saludé ayer me saludaba con alegría. El camino se veía mucho mas hermoso e iluminado que cuando pasaba otros días. Al llegar a mi cubículo, trabajé con una sonrisa en mi rostro, pues ahora que lo pienso, este cubículo me ha visto crecer. Al atardecer y luego de salir del trabajo llegué a casa y llamé a mi amigo.
– ¿Y?, ¿Funcionó? – Preguntó curioso.
– No, no funcionó. Pero ahora que lo pienso… – Sonreí mientras hablaba – Ya no quiero cambiar de vida. ¿Hay alguna forma de anular la fórmula?
– Mi estimado amigo… – Rió – La formula ya funcionó. Ya estás viviendo otra vida.
– ¿Cúal?
– La tuya, amigo, la tuya…

Sonreí.

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