Ahí están, universales, casi idénticos en sus movimientos y en sus juegos. Están los niños. Imagino que la Naturaleza nos permitió ser niños por alguna razón, pero ésta fue maravillosa y sabia. Cuando hablo con los niños descubro el nacimiento de sus palabras. Se descubre la emoción en las entonaciones. Te percatas de su sutil imitación. Nada redunda ni suena extraño para ellos, porque en esa simplicidad el lenguaje se muestra fiel a los orígenes y las palabras son las almas de las cosas.
¿Cómo cambiamos al escribir? ¿Cuánto cambiamos al crecer? Y…¿de qué forma extraordinaria pensamos con palabras? Desde que supe leer quedé prisionero de cualquier rótulo, de cualquier información, lema o señal…porque leer es alimentarse de las palabras escritas. Puede ser toda una experiencia hablar con los niños, simplificar los contenidos, adecuarnos a un sí o a un no que todo lo dicen. ¿Qué razón tuvo la naturaleza para hacernos atravesr una etapa tan extraña?