He empezado a pensar en aquellos menús de posguerra en los que eran expertas las amas de casa.

Tortilla francesa al aroma de maizena: se bate un huevo, se le incorpora leche y dos cucharadas de maizena, se bate todo ello bien y se hace en la sartén como una tortilla normal de las de antes de la crisis. Da para que malcoman tres/cuatro personas.

Patatas con bacalao deconstruídas: Se lavan a conciencia las patatas y, sin pelarlas, se ponen a cocer. Mientras tanto, habremos desalado unas cuantas espinas de bacalao y las echamos momentáneamente en la cazuela de las patatas.

Cuando éstas estén cocidas, separamos las espinas de las patatas, batimos éstas e incorporamos nuevamente las espinas de bacalao. Las patatas tendrán todo su sabor y ayudarán a que las espinas no se nos claven en la garganta.

Repollo asado a la manera de pollo: Procedemos a asar entero un repollo, y cuando estemos en la mesa preguntaremos a los comensales si quieren muslo o pechuga, total es sólo cuestión de hacerse a la idea. Para enriquecer el plato, se espolvorea por encima, antes de asar el repollo, una pastilla de sopicaldo y se agrega agua para diluirla y que dé un poco de color que tape el verde del repollo.

Huevos fritos a la sombra: Para cuatro comensales, se fríe un huevo y se cuelga de la lámpara con ayuda de una pinza de la ropa. Se mojan en la sombra del huevo grandes rebanadas de pan y, como en la receta anterior, se hace uno a la idea de que se come el huevo. Se hace un sorteo entre los comensales del huevo que ha estado dando sombra. Al que le toque el huevo, pierde el derecho a cenar.

Si todavía anduviera por ahí Carpanta, el inolvidable personaje del TBO, podríamos pedirle más recetas.