Hay un lugar para dormir

Cuando el alma me invade de nostalgia
me asombra lo difusa que se vuelve
la mañana sin sol y en la penumbra.

Yo dispongo entonces de minutos
para medir la distancia entre nosotros
y busco excusas que me centren
lejos del caos y del retorno.

Y sobre los instantes pasajeros
del silencio
encuentro lo extraordinario en la gente
que veo pasar entre los pinos
del bosque y la espesura.

Medito entonces en lo continuo
que es este vivir en lo real
y deseo hundirme en lo soñado
para no tener que recordar…

Gravita la atmósfera pesada
en forma de sonidos y silencio
unidos ambos en el compás
del movimiento de las hojas del laurel.

Cada instante es un psatiempo
de juegos imposibles con el aire
que derrama ideas sostenibles
por el ala leve donde, errante,
el concierto se convierte de repente
en luz diáfana sobre el agua.
En el empuje de este oleaje
me lleno de presente perdurable.

Y es de veras que las horas
pasan lentas, pausadas, tolerantes
con el sagrado presente de los imposibles
y el tumulto de mis ideas tan errantes.

Ajustándome a la tersura de las hojas
equilibro mi pensamiento en el cristal
de las aguas claras que someten
su fresco líquido a mi entorno
y busco, más allá de los pinares,
lo inmóvil de la esencia del estío.

!Qué cerrado es el tiempo sucedido
entre el segundo, el minuto y las horas!.

Como íntimo secreto de la luz
no cesan de venir en mi ayuda
los rostros de las gentes caminantes
que se suceden en una sola antología
de esperanzas buscadas en el valle.

Tranquilidad en el ánimo sereno
de la trémula hoja que se abare,
poco a poco mecida por el viento,
hasta llegar a la tierra que la abraza.
Siesta del entorno circundante
donde el tiempo paraliza su carrera
contra el reloj y entra en la tarde.

Se hace universal esta presencia
de seres que respiran el mismo aire…
!y con qué destreza se entremezclan
en un mismo río todas sus sangres!.

No busco con ello retenerme
en el pensar alejado y presuroso
sino que aquieto toda la mirada
aunque sin cesar sigo meditanto
en el valle
con el lago tan pulcro y tan visible
de la vida cotidiana y el detalle.

En el principio debieron ser las horas
que Dios colocó como inmortales.

Esta inhumana semejanza
entre seres humanos y la catástrofe
de la noche que llega inexorable
me hace buscar ya un refugio
para dormirme sin tener que molestarme.

Con recónditos azares yo encuentro
mi propio lugar en el silencio
que tiene amistad con los luceros
y allí, debajo de los pinos,
cierro los ojos para acordarme…

El despilfarro de energías es posible
que nos ayude a sentirnos más ligeros
cuando soñar queremos con la vida.
Y entonces, siempre suave y perseguida,
aparece la musa deseable.

Hay un lugar para dormir
que de nombres nada sabe
más que un verbo apresado en la memoria:
!acostarme!.
y domino todos los detalles
del recuerdo diario y pasajero,
del recuerdo y de la tarde…

Sombrea la luna el espacio
que existe entre yo y la laguna
y en medio de la noche oscurecida
se marca en el reloj la una.

Queriendo resolver estos enigmas
llega a mi alma lo sagrado
del momento en que los seres
se afirman en su sueño sin quererlo;
mantengo entonces mis sentidos
sibre la faz del pinar…
y en el aire
queda colgando una pregunta:
¿ya es tan tarde?.

Quizás sea tarde para muchos
pero abro los ojos y observo
que hay en el cielo, desterradas,
algunas aves…
Y entonces sí me quedo ya dormido
sabiendo que en la noche hay quien sabe
encontrar caminos de salida
hacia el infinito de los aires.

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