Ayer me encontré con una compañera que tuvo que dejar el trabajo por estar embarazada. Era incompatible para su cuerpo la vida entre el tumulto de las voces y ese dejar que su feto se derrollara en forma armoniosa. Ayer estaba radiente. Su vientre le daba un derecho impuesto por la naturaleza para que todos nos dirigiéramos a ella con cariño y afecto. Había regresado, después del largo verano, con el fruto de su vientre. Siempre me ha gustado comparar el vientre de una mujer embarazada con el Grial. ¡Qué mayor fuerza puede contener lo humano, sino lo más humano!
Es maravilloso descubir las diferencias entre todos. Cuando imagino que jamás podré sentir lo que mi compañera siente…descubro que muchas tareas, en esto del vivir, están destinadas a determinados seres. Al igual que una rosa es incapaz de no ser egoista y bella y alcanzar un histórico narcisismo, hay personas que bordan el ser humanas, cada vez más humanas y cuando llego a este punto no me hace falta formularme demasiadas preguntas existenciales: se es, y quizá sea suficiente.