Impunidad: sonrisa, paso vacilante.

No llegas a darte cuenta, no llegas.
Te rebajas a tu límite ignoto y a tu frente prieta como una roca vírgen.
¿Qué desgracia? Padecer la consonancia del miedo
cuando miras; ojos de hielo y púrpura las entrañas.
¡Mujer! erigida en el papel de bordear los deseos a tu antojo,
en el audaz despojo de hacer de quienes miras finales de novela.
Oscuridad vencida a tus anillos de plata.
Serpenteantes enigmas de tu soledad; sortilegios de miseria peregrina.
¡Claman las horas y los dias dicen de ti que invades las mareas!
¡No! No cierren el telón de su espectáculo…

Todavía le quedan versos para repetir, con esa voz que ultraja lo femenino y se arropa entre los árboles de cera.
No quiso el viento acercarse por tu lado,
ni la calle alzó su humedal cansado para protegerte…
Porque más allá de lo que el ojo mira,
tú eres la mirada vacilente de unos pasos ciegos
sobre tu miserie inventada.

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