In Explicable

La viajera llega a la estación.
Compra el billete. La joven de la ventanilla le devuelve cambio.
La viajera mira paneles, mira pasillos, mira a su alrededor, sale al andén, al exterior, pregunta, se informa, concreta y confirma. ¡Todo correcto!
Se acomoda en un banco, a la espera de la llegada del tren.
Extrae una novela de su mochila de viaje, se ajusta la gorra.
De momento no se toca los lentes -no nos extrañe, que si empieza ha hacer calor y la montura de las gafas empieza a resbalar sobre el hueso nasal, se las tenga que ajustar. Estas cosas le pueden pasar a cualquiera que utilice gafas. Con lentillas no pasaría.
Una página entre sus dedos de excursionista; dedos que unos cuantos muchos minutos antes estaban exprimiendo una naranja; dedos explorando frase a frase, un argumento que empieza con un sutil movimiento, como la vida misma. El Tic-Tac de esa vida vieja y nueva, y desconocida, que en cualquier momento se gesta y aparece, como un desconocido entre….

¡De pronto! sin previo aviso, por la vía del tren, aparece caminando a sus anchas un hombre de aspecto atávico, des-contemporáneo, como de otra época, acompañado por varios perros de aspecto imponente, como de barrera protectora y de aislamiento para con los y las demás. Por poder puede ser.

La viajera mira con atención…” ¿Quién es ese?” “¿Qué hace ese extraño individuo?” Podría pensar esta viajera. Como nuestras mentes, que suelen ir a buscar estímulos para eludir la atención en la realidad presente.
Instintivamente se coloca las gafas, la viajera pestañea involuntariamente, como siempre, el hombre subiendo al andén se acerca un poco a ella, con prudencia, como si fuese consciente de que podría incomodarla o incluso asustarla. Se detiene, la mira atentamente a lo descarado, la viajera está como petrificada mirando inmóvil, cautivada; un viajero también a la espera ni se inmuta, parece que esa visión es solamente para ella. El extraño hombre habla algo a la viajera, están prácticamente solos, el hombre deja de hablar… Nunca sabremos que fue lo hablado, igual que cuando entre nosotros no nos comprendemos. Silenciosamente se retira, caminando por la vía. ¡Visto y no visto!. Desapareciendo, se retira del lugar caminando, esfumándose con enigmática elegancia, sus animales moviendo el rabo, alegres, siguiéndolo a cualesquiera todas partes. Como cuando de puertas para afuera buscamos agradar o complacer, pero interiormente….nos mordemos la lengua.

Atendiéndolo cuidadosamente, la viajera ha mirado al temor cara a cara, le ha quitado el velo con respeto y cuidado, ahora parece saborear ese momento breve, tan breve, tan interminable. Parecido a esas situaciones preparadas para entretener a las masas que miran en la corta o larga distancia pagando o cobrando y que simulan, fingen implicarse en serio. Miras pero no ves, y vuelta a empezar. Vas tragando, creyendo que no tragas. Vas devolviendo, creyendo que devuelves. Pero vas tragando…

El tren acaba de llegar. La viajera ya está sentada en su asiento, allí sentada, para poder mirar por la ventana; al perecer busca volver a ver al hombre que se fue a pie por las vías del tren, acompañado por sus perros.
¡Pero no se ve a nadie! No queda ningún rastro. O posiblemente queden esas señales sutiles, que tanto cuesta ver.
La viajera recupera el hábito de la lectura, lleva sus dedos al final del libro, donde normalmente acaban las historias, aunque hay historias que siguen, sin que nadie las siga, historias no vividas, vidas falsas que crees que has de vivir… como cuando vives una vida que te han diseñado, una vida ajena, que no tiene nada que ver con tus necesidades básicas y superiores. ¡Cuantas veces, ni siquiera sabemos que es lo que necesitamos!
Allí una frase escrita a mano, medio borrada y medio visible, parece como una dedicatoria anónima, sin destinatario concreto:
“No te creas todo lo que te creas.” parece que se lee. Alguien debió escribirla.
Después de leer aquella frase, se levanta de su asiento, sale al pasillo del tren en movimiento, se desplaza despacio, mirando por las ventanillas al exterior, mirando si hay alguien en las vías caminando sin prisas.
Pero no hay nadie. Como cuando nos comportamos con desconfianza y suspicacia, y vemos que la realidad de una situación estaba bajo la influencia de la inmensa fábrica de creencias y prejuicios, que siempre intenta tener trabajo, productos para vendernos.

2 comentarios sobre “In Explicable”

  1. Bonito trabajo literario. Yo creo en las creencias porque sin creencias no podría vivir mis historias. Me gustó el ritmo que has llevado a lo largo del texto que es bueno de verdad. Yo, insisto, siempre creo en las creencias de un escritor o una escritora. El género da lo mismo. Lo que importa es creer lo que escribes.

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