Lo demás quedó en silencio.

Tras un sueño te encontré. Estabas sentada en un banco del Parque de las Ilusiones. Soñando. Con las manos metidas en los bolsillos del pantalón me acerqué con mi sonrisa expresiva. Abriste tus enormes ojos de color café y cuatro lívidas palabras salieron de mi boca.

– Hola cómo te llamas.

Tú me miraste lentamente, muy lentamente, y de tu corazón bueno salió toda tu belleza total. Entonces fue cuando te besé.

Y toda la luna entera, inmensa, ondulada, se vistió de un rumor inmenso

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