Los animales sintieron que algo pasaba, una espesa columna de humo se elevaba en el horizonte. Fueron instantes de tensa calma, todos estaban expectantes, parecía una imagen congelada, como si un dedo todopoderoso hubiera oprimido el botón de stand by de la vida.
El silencio ensordecedor fue interrumpido abruptamente por el crepitar de una melodía ecléctica, era la novena sinfonía en versión teléfono celular. Era el móvil del tigre que atendió presuroso, le avisaban que la catástrofe era inminente y le aconsejaban desalojar el sector y avisarle a los demás animales. El enorme felino tembló. Los demás esperaban las novedades mientras con medida calma el tigre les informó de los últimos acontecimientos. El caos sobrevino. Todos los animales huían sin rumbo fijo mientras el felino encendía una baliza para indicarles el camino correcto. La desesperación provocó innumerables accidentes. Decenas no pudieron lograrlo. Se vivieron momentos de locura, la mayoría de las víctimas fueron muertas por la turba que corría desesperada, aunque un antílope murió a manos del viejo tigre que pensaba que total, quién lo notaría?
Se evacuaron cientos, miles de animales que buscaron en la distancia esa esperanza de salvación. Una vieja cigüeña aseguró que ya había visto el reporte en las cadenas televisivas locales, mientras un huraño rinoceronte protestaba porque con el alboroto no le permitían oír las noticias en su vieja radio spica.
De pronto el tigre rugió pidiendo silencio… ni el aire se atrevió a contradecirlo. El incendio avanzaba como brasas que cobran vida. El tigre olió con toda su experiencia y su expresión lo dijo todo. Eran humanos lo que el animal olía. Varios grupos de seres humanos avanzaban en dirección al fuego en carros que herían el silencio. Habían llegado, ellos estaban allí…
Los animales se miraron, contemplaron la expresión del viejo tigre y lo supieron. Ahora estaban seguros de algo, si los humanos se hacían cargo del incendio, ellos y la amada jungla estaban perdidos…
Eduardo Tolosa
Sábado 18-06-05
Excelente, Eduardo.