Inmortal

Todo está oscuro, pues es de noche, y tan sólo la luz mortecina de una bombilla ilumina la escena. Una niña mira con ojos húmedos la habitación, o mejor dicho, los tiene fijos en la única silla de la estancia. O en lo que hay sobre ella.

-¿Papá?, pregunta ella con voz rota y temblorosa.-¿papá, estás dormido?.

La madre llora en silencio, sentada en el suelo, sabe por qué lo hizo. Mira a su hija, quisiera abrazarla, pero se siente culpable. Ya nada volverá a ser como debió ser.

A través de la ventana llegan sonido de la calle, villancicos, gente feliz y contenta. Es Navidad. La pequeña buscaba sus regalos, encontró tristeza y muerte. La madre no sabe que va a ser de ella, qué pasará ahora que él ya no está. La niña no se lo cree, no se lo quiere creer. Corre hacia el cuerpo frío, lo abraza, grita su nombre.

-¡Papá! Los reyes han traído muchas cosas, ven a verlas conmigo. Papá…¿papá? Ven conmigo, no me dejes ir sola. Deja de hablar, las lágrimas ahogan sus palabras.

La madre no hace más que mirar al suelo, pero de repente un atisbo de lucidez cruza su mirada. Se levanta, abraza a su hija. Ella no le devuelve el abrazo, se aparta y la mira con odio.

-¡Fue tu culpa! ¿Por qué tuviste que hacer eso? Eres mala. La madre la intenta agarrar, ella no se deja, se zafa de sus brazos y echa a correr. Va a su cuarto, a su cama. Tiene que ser una pesadilla, piensa esperanzada. Ahora vendrá papá y me despertará, e iremos a ver los regalos de los reyes Magos. Él siempre dice que habla con ellos cada vez que vienen, que Baltasar, el negrito, es el más simpático. Tengo que dormirme. ¡Duérmete ya!

La madre, la mujer del desgraciado, está ahora de pie, mirando al que fuera su esposo. Recuerda todo lo que vivieron juntos, como fue siempre él el que la llamaba, el que le llevaba a todas partes. Siempre fue un buen hombre, peor nunca encontró a su buena mujer. La encontró a ella. Ni buena ni mala. A ella. Él sabía como era, pero algo en su mirada le hacía amarla hasta lo más profundo de su ser. No era perfecta sino a ojos de su marido. Ella le quería sí, pero no como él. Le tenía afecto, cariño, pero no verdadero y puro amor. Por eso hizo lo que hizo. Por eso él ya no estará más. Por su culpa.

La madre sigue en el estudio, mirando a su alrededor con ojos ciegos. Pero de repente repara en el escritorio, y entre la sangre puede ver una nota. La toma con dos dedos, evitando tocar la sangre de su marido. En ella hay escrita tan sólo una frase, su última frase.

Siento que mi hija ya no pueda ser feliz, y también siento que tú ya no lo fueras.

La pregunta es si ella fue realmente feliz alguna vez. Desde el accidente no volvió a ser la misma, y ahora veía la historia repetida en los ojos de su madre cuando su padre cayó por la ventana. Ahora no tenía ninguna duda, aquello no fue un accidente. Los papeles cambian, ella es su madre, su hija es ella. ¿Se repetirá otra vez esa historia? El tiempo dirá, pero ella sabe que su hija jamás será más feliz que lo que ya ha sido. No duda que los ojos llorosos de la pequeña se volverán fríos. Su hija será ella.

Sonríe, captando la ironía. Si ella es su madre y su hija es ella, su madre consiguió ser inmortal. La vida es retorcida, pero nunca deja de ser curiosa.

2 comentarios sobre “Inmortal”

  1. dios,si es k kada vez k leo este texto se me eriza el pelo y se me kongela el corazon…es komo si lo viera todo delante de mis ojos…no dejes esto xiko y…welve pronto a ksa,k te exo un poko de menos

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