Seguramente había sido en septiembre,
aunque no recordaba con claridad la fecha precisa.
Podía contar con la compañía de aquella amiga que siempre terminaba
cediendo a sus ocurrencias,
aunque nunca dejaba de pensar en lo descabelladas que solían ser.
Su cara de asombro, prometía un abrazo al unísono que una bofetada al incrédulo discurso de la otra,
que concentrada relataba lo próximo.
Un pie adelante y el otro detrás, la miró de reojo,
convencida de que no iba a cambiar de opinión, sedienta de respuesta y dispuesta a llegar hasta el final.
Pasaban las dos de la tarde, quizá un poco más, y no había excusa prudente para faltar una vez más a la clase aquella que nunca asistían.
Entonces, luchando contra los huecos vacíos que golpeaban a su puerta desesperados, con infernal devoción, buscó un dato en su agenda,
entre sus papeles; que en realidad ya formaba parte de su memoria, y evocó, entre recuerdo y fantasía,
los imprecisos pasos de aquella noche azul.
El viento de la tímida primavera parecía ofendido esa tarde, y sopló con mayor entusiasmo que de costumbre, encrespando el ritual de los pájaros y la letanía de la ciudad.
El ómnibus no tendría otro destino que el incierto, quizá encontrara algún indicio entre las calles y acertara dentro de la cercanía; el lugar.
Pero todo se medía en posibilidades perfumadas de humo negro: indescifrable sensación.
Tampoco es posible asegurar si en aquellas horas, alumbraba el sol en su esplendor, o regalaban miseria las opacas nubes de las cavernas, porque entonces, el mundo entero se había mudado a su mente –minucioso peregrinaje- asentándose sin permiso, en alguna inexistente cavidad.
Sus mismos pasos se burlaban de ella, y las calles parecían
ser arcos de fuego a punto de incinerarse, dispuestos en forma próxima y paralela para que alguien pudiera saltarlos, presintiendo el riesgo cercano, ese que sólo se presiente.
Habría de pasar mucho tiempo para que entendiera, por fin, que algunos peces se extinguen sin aprender a nadar, mueren desolados, y que el ilusionismo no significa tan sólo sacar conejos de una galera, sino mucho más que eso, necesita condimento y voracidad. Convencimiento y racionalidad.
Cuánto le costaba entender este último término, ajeno a ella.
El buen humor de su amiga, horas después se había convertido en insoportable quejido, mientras hacía alarde de sus pobres pies, que pedían un descanso. Pero la otra ni siquiera imaginaba el retroceso.
La tarde comenzaba a debilitarse envuelta en un paño gris, tiñendo de dulce índigo su temple antes próspero y desafiante. Sentía una fuerza inexplicable que la hacía alejarse del objetivo que la traía hasta allí.
Algunos pasos más; ya parecían caminar en círculo, se miraron atentas: ¡qué parecido resultaba el paisaje! recubierto de añosos árboles y casas con jardín y rejas al frente; simulaba repetirse incansablemente hasta dejarla sin ánimo de pesquisa.
Si en ese momento hubiera, por un instante, reflexionado,
no habría hallado otra respuesta que el plan de una magnánima conspiración hacia su desamparada persona, clásico recurso más antiguo aún que la epopeya homérica.
Pero el sabor amargo resultaba más incitante aún que el sinsabor,
porque este siempre busca un sabor genuino, perpetuado está su ecuánime trayecto.
Entonces dudó un instante, cuando intentó visualizar la consistencia de su recuerdo, quizá ya no lo tenía.
Quizá las lunas que siguieron practicaron una suerte de extraño sortilegio sobre un cielo pardo de mentira.
Quizá los números, los nombres y las calles, danzaban ahora en las tinieblas del desconcierto, escapándose o huyendo de la efímera realidad desorbitada, que intentaba dar caza.
Quizá andábamos, por andar; sólo formando parte de un camino que se termina cuando se empieza, y se desvanece con cada huella, con cada inoportuno intento de durar.
Pero el viaje todavía no habría de terminar.
Faltaba una ayuda más para el azar.
2 comentarios sobre “Insólito lugar”
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Tu relato pareciera narrado en la realidad de un sueño, y me deja la sensación de que todo termina en el punto de partida. Tus letras no se deben leer “de un solo trago” definitivamente, hay que degustarlas y paladear cada una de esas figuras y metáforas… Me quedo con el bouquet. Un abrazo y Felices fiestas!
me parecio muy divertido tu relato! y me queda la duda si habra sido real, si dicha amiga que tanto te apoya existe.
debo confesar que yo hice algo muy parecido por un chico, de veras que me senti muy identificada, eres genial!!