Paul y Peter decidieron, tras una larga charla de rememoraciones del pasado, ir a los muelles de la gran ciudad. Allí, unos operarios vestidos con trajes de color naranja, estaban drenando con modernísima maquinaria. Unos aparatos enormes, de metal ocre, depuraban las aguas y descontaminaban el ambiente; pero un fuerte olor ácido enolvía la zona. Ambos amigos fueron enseñando una fotografía de Bianca a todo ser viviente que se les cruzaba. Nadie la conocía ni la habían visto por allí…
Cansados de tanto deambular decidieron ir a comer a una vieja taberna (The Corner of Pirates) que estaba situada en pleno centro portuario. Allí fue donde se encontraron con la vieja del perro de plata acompañda del frutero de las alcantarillas. El perro de plata merodeaba de un lugar a otro.
– ¿Les gusta mi perro?.
– Escuche señora -respondió otra vez de malhumor Paul- ni la conozco a usted ni quiero saber nada de su maldito perro.
– Espera Paul -le cortó Peter- ¿cuánto quiere por ese perro, señora?.
– Se llama Argente. !Argente, ven aquí!.
El perro plateado se acercó raudo y veloz.
– Yo ya soy muy anciana para mantenerlo y además, a Floyd no le gustan los animales…
Floyd era el frutero de las alcantarillas.
– Pero puedo decir, en favor de Argente, que no encontrarán un animal igual que él. Es más inteligente que cualquier persona. Si se lo quedan yo soy capaz de regalarlo con tal de que sepan comprenderle. Su inteligencia es superior a la de cualquier humano o humanoide.
– Puede interesarnos el perro, Paul.
– No, Peter. Un perro es un problema en estos moomentos.
– Quien sabe… joven… quien sabe… – carraspeó el frutero de las alcantarillas…