Simplemente me quedo,
con la eterna bicicleta;
los profundos ojos celestes;
las chispas de la soldadora de sol;
los infinitos tazones de té con leche.
El olor a hierro;
las manos de ferrocarril;
las medias en verano;
la televisión alta.
Paltas, bananas y azúcar como postre diario.
Tranquilidad en barrios que ya no existen.
Gardel; Perón; los sindicatos;
el pan del día anterior como manjar;
el cuidado del agua.
Los mil arreglos;
la simpleza,
sabiduría.
La risa como postulado
en todas las puertas y rejas del vecindario.
La camisa repetida.
Simplemente me quedo con ese juglar del 29,
que por cierto,
no muere nunca
Y queda dibujado en mi alma.