La brisa y yo

Noche pacífica y fresca. En el firmamento, no terciopelo sino tafetán lustroso de azul profundo, reluce como un solitario diamante Venus en el horizonte Sur. Destaca sobre los edificios de enfrente y con su parpadeo me asegura que vela por nosotros.

Cuando se levanta la brisa, una oleada de ramas mecidas por ella va recorriendo los árboles. Su rumor se une al canto de los grillos, al agua que riega los jardines a esta hora avanzada de la noche, al sonido del lejano tráfico.

Ojalá estuvieras sentado frente a mí, contemplando esta noche calma. No haría falta que habláramos, sino que el silencio diría más que mil palabras. Desde esta terraza no se contempla la Sierra de Guadarrama, que tú adorabas, como desde la otra, pero sí hay un panorama relajante y amplio, conmovedor.

Hay todavía alguna luz encendida en los edificios de alrededor, pero la mayoría de las viviendas están completamente a oscuras. Mañana es día de trabajo, el que peor suele llevarse porque inaugura la semana. Mañana es lunes, otro lunes más.

4 comentarios sobre “La brisa y yo”

  1. Te imagino sentada en la sombra de la noche en medio de la brisa y con la vida palpitando en todas tus venas, amiga Carlota. La Sierra madrileña… !cuántos recuerdos me trae a la memoria!. En el firmamento del futuro queda siempre pergeñada una estampa serrana tomando el fresco de la brisa junto a un zumo de limón. Si, Carlota, me hace tu texto recordar… Un abrazo, amiga. m

  2. Yo, sin embargo, recordaba la famosa canción de Ernesto Lecuona, que tantas orquestas han tocado, que tantos intérpretes han cantado. “La brisa y yo”. Adoro esa canción desde que hace muchos años.

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