La dama negra.

Me quedo inmóvil e inherte
por ver si pasa de largo,
porque veo venir la muerte
no salgo de mi letargo,
teniendo tal vez yo suerte
corra deprisa como el Talgo,
mas estoy muy poco fuerte
y huesudo como un galgo,
quizá la moneda inserte
y ella no me pase el cargo.

Tengo el presentimiento extraño
de golpeárme contra un muro,
pués desde hace cosa de un año,
mi débil cuerpo siento maduro,
y aunque me vuelva ermitaño
por dentro sigo muriendo, lo juro,
incluso dejando atrás el rebaño
sigo con el pensamiento impuro,
de que a la dama negra no engaño,
de esto sí, puedes estar seguro.

Quizá se comporte amable
y parezca una damisela,
aunque aparente loable
enseguida ella se cela,
por tanto es aconsejable
sujetar siempre tu vela,
pués aún siendo inevitable
vestirse la negra tela,
si no te hincan el sable
puede quedar como lela.

Se va apagando el velón
pués se agota ya la cera,
aléjate ya del rincón
sal al centro sin espera,
empieza a pedir perdón
que acaba tu primavera,
despide ya a tu anfitrión
la vida ha pasado entera,
porque se baja el telón
y asóma la calavera.

2 comentarios sobre “La dama negra.”

  1. !Excelente kiowa!. !Qué manera más fantástica de manejar el verso a lo Quevedo!. De verdad brillante esta poesía acerca de la dama negra en la que intoroduces a veces retruécanos llenos de humor e ironía al estilo de los poetas del Siglo de Oro español. !Tienes mucha madera poética Kiowa!. Un abrazote y sigue deleitándonos con tu profundidad metafísica. De verdad que me he visto leyendo a Quevedo en tu poema.

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