La dama sevillana

Cuando empieza a ocultarse el sol tras el vasto edificio de tres cuerpos, en las rejas del patio, como cada noche, los ventanales se llenan de luces acres y amarillas. Es cuando la dama sevillana espera a su amante…

Y llega entonces él con gran solemnidad y se produce el encuentro silencioso. Aquel amor melancólico de miradas grandes creando unos minutos de anhelos colgados en el apesadumbrado deseo del besarse…

Pero la historia del caballero amante terminó, sin saberlo ella, una noche junto al puente, cuando el hermano psicótico de la dama mató de diez puñaladas al caballero andaluz. Y después envió a su única hermana (la dama y el psicótico eran huérfanos) a las celdas de un convento de monjas clarisas.

De aquel convento escapó la dama sevillana un atardecer uniéndose a un grupo de gitanos y como, además de bellísima, sabía cantar y bailar, la acogieron felizmente los buhoneros gitanos y fue con ellos de lugar en lugar y de feria en feria inflamando el corazón de quienes la veían y el alma de todos los jóvenes gitanos de la tribu. Mas ninguno de ellos pudo besarla porque estaba fuertemente protegida por el Patriarca que la quería para uno de sus todavía adolescentes hijos.

Todo cambió de nuevo para la dama sevillana, pues un día fue vista bailando y cantando (siempre bailaba y cantaba pensando en su caballero andaluz) por un multimillonario brasileño de Bahía quien, por una cantidad enorme de dinero, compró a la dama y dejó al Patriarca supercontento con el negocio.

Y allí vive todavía, en la brasileña ciudad de Bahía, la ya viuda dama sevillana rodeada de toda clase de lujos, con sietes hijos y doce nietos, en un edificio de tres cuerpos, con un patio de rejas, a las cuales se asoma todas las noches para ver llegar a su amante, el caballero andaluz, sin saber que fue asesinado por su hermano psicótico el cual (que se llamaba Ángel), murió poco tiempo después del crimen al lanzarse desde una alta montaña creyendo que de verdad era un ángel y tenía alas para volar.

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