La Escalera

El día había amanecido lluvioso y desde la habitación del hotel divisaba la ciudad envuelta en una espesa niebla que le confería un aspecto fantasmagórico. Abrió la ventana y noto el olor a humedad colándose por el cuarto mientras un frío intenso le recorrió toda la espalda.

Tuvo una extraña sensación, miro en todas las direcciones esperando escuchar algún ruido que le justificara la presencia que creía notar junto a ella, abrió la puerta del baño y comprobó que todo estaba en su sitio y una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se reía nerviosamente de sus miedos.

El sonido del teléfono la pilló desprevenida pegando un respingo, al rozar el auricular con su mano éste paro en seco sin que tuviera tiempo de llegar a descolgarlo. Miró inquieta su reloj pero aun faltaba un rato para que el chofer pasara a recogerla. Nunca le había gustado viajar sola pero este congreso que su empresa había organizado era un compromiso del cual no había podido zafarse.

El hotel era de alta categoría, estaba decorado con auténticas antigüedades que le conferían un aspecto sobrio pero a la vez elegante, sin embargo había algo entre esas paredes que la inquietaba y decidió bajar al vestíbulo y así airearse un poco. Su habitación estaba justo delante de los ascensores pulso el botón de llamada y espero pacientemente, los dos debían de andar locos entre subidas y bajadas, así que cansada por fin se encamino hacia la escalera que estaba situada al fondo a la izquierda.

Le llamó la atención las dimensiones de la misma, era muy amplia y el suelo brillaba como un espejo. Sintiéndose ya un poco más relajada comenzó a descender por ella. Estaba flanqueada a ambos lados por distintas obras de arte que iba observando con curiosidad. Cuadros de diferentes épocas y estilos, papiros enrollados, libros perfectamente alineados en estanterías, hasta música tenebrosa percibían sus oídos mientras seguía descendiendo.

Empezó a notar una cierta sensación de inseguridad, a pesar de seguir el camino de la escalera no conseguía llegar a ningún descansillo que la llevara a las plantas inferiores del edificio, y tenia el presentimiento de estar perdiéndose en las profundidades de la misma. La boca se le estaba quedando seca y su mano temblorosa se agarro fuertemente a la barandilla.

Se acercó a uno de los cuadros y el paisaje que mostraba era desolador, hablaba de soledad y de muerte. Sus ojos recorrían las diferentes obras y creyó reconocer en ellos a sus muchos miedos. Literatura de terror, genocidios, dolor, soledad y desesperación llenaban sus paredes, hasta le sorprendió algún dibujo infantil con trazos de violencia que le sugerían haber sido dibujados desde el temor.

La escalera era una galería del terror, una recopilación de los miedos de otras personas que habían quedado guardados en pinturas, libros, música, vídeos, pequeños papeles o cualquier otro soporte imaginable y les habían permitido así desterrarlos de sus vidas.

El ambiente era casi irrespirable, se notaba cargado por las tensiones allí acumuladas, y mientras descendía entendió que debía encontrar la manera de deshacerse de todos sus tormentos y buscó un medio adecuado donde descargar sus propios miedos.

Mientras continuaba descendiendo rebusco entre sus bolsillos por si llevaba algún bolígrafo o algún trozo de papel, pero no tuvo suerte. Llamó su atención una luz que se proyectaba sobre la pared como si de un láser se tratara, se dirigió hacia él y al cruzarlo visualizó una por una todas sus fobias reflejadas en un holograma. Sintió como se vaciaba y como ese peso que la aprisionaba iba desapareciendo. Miro fijamente las imágenes que se proyectaban para dejarlas atrás definitivamente. Continuó descendiendo sin volver la mirada y finalmente llegó a una puerta.

Se encontró de nuevo en el pasillo del hotel frente a los ascensores en el mismo lugar donde partió camino de la escalera, estos se abrieron y pudo finalmente subirse en uno de ellos. Su rostro en el espejo mostraba una expresión serena y ya no existía ni un ápice de miedo.

Al llegar al vestíbulo el chofer la estaba esperando, montó en el coche y observo de nuevo la ciudad envuelta en la niebla pero la visión fantasmagórica que antaño percibía había desaparecido. Siempre le repetían que sus miedos residían en su mente, pero a partir de ahora tenia muy claro que habían quedado guardados en la galería del miedo, que estaba en la escalera situada al fondo a la izquierda.

Deja una respuesta