Era el mediodía de un día de verano. Toda la familia junta (papá, mamá, la abuelita, los cinco hermanos, Bernardo y el infaltable Benito que por aquel entonces se apuntaba a todas las excursiones para sacar provecho de lo ajeno) estábamos comiendo en la montaña cercana a la aldea de Molinos de Papel, en Cuenca-España, junto a la fuente donde los pastores y los viajeros bebíamos de la fresca agua en una especie de pequeño bote de lata. El caso es que hicimos una competición de tiro con escopeta de perdigones. Por supuesto que les dí a todos un verdadero recital de cómo dar en la diana de papel manteniendo el pulso firme. Y llegó la hora de las fotografías.
En aquel entonces “El Emilín” (que no me acuerdo si estaba soltero, o casado o arrejuntado) y “El Benito” se las daban de tan hombrecitos que se dedicaban a matar pajarillos inofensivos como los gorriones, las golondrinas y cualquiera de otra especie que se ponía a tiro de sus crueles escopetas.
Llegó la hora de las fotografías y, en una de ellas, el “muy zorro” de “El Emilín”, con el consentimiento del “muy zorro” de “El Benito” me hicieron ponerme en la fila de abajo sosteniendo de un ala y la otra ala la sostenía el “muy zorro” de “El Emilín” como haciendo creer a quien la viese o la vea que los dos éramos los que habíamos matado a aquel inofensivo pajarillo. Es mentira. Una de las muchas mentiras de “El Emilín” y “El Benito” (que Dios les perdone por ello) porque yo jamás he matado a un pájaro ni a ningún otro ser viviente; sino, que por el contrario, en alguna ocasión que tengo grabada en mi memoria, ayudé a algunos de esos inofensivos y humildes pajarillos a seguir viviendo.
Las cuentas claras y el chocolate espeso. No me importa si en la fotografía salgo más guapo o no salgo más guapo que “El Emilín” y como las cuentas deben ser claras para ser verdaderas cuentas y el chocolate debe ser espeso para ser verdadero chocolate, esa fotografía es una mentira. Aquel pajarillo lo mató “El Emilín” junto con “El Benito” mientras yo pensaba en mis sueños y me decía, para mis adentros, “si les suelto un soplamocos a cada uno de estos cuatro” (por mis tres hermanos que se dicen llamarse varones y “El Benito” que se cree también un varón como debe ser un machista empedernido) los vuelvo “tarumbas” como muy bien decía mi padre.
Ya me decía mi abuelita: “José, hazme caso, nunca seas como ellos”. Y por supuesto que nunca he sido como ellos ni lo seré. Las cuentas claras son más claras y el chocolate espeso es más espeso. Por eso esa fotografía, que todavía andará en el álbum familiar, contiene una gran mentira. Yo no maté a ese inofensivo pajarillo.
Diesel me gusta mucho la manera de contar tus vivencias
sacas sonrisas siempre…..
pobre pajarillo!!
Es totalmente cierto, Marian. La fotografía existe para hacer creer a quien la vea que yo soy partícipe de aquella crueldad; lo cual, pongo a Dios por testigo, es mentira. Los que cometían esa clase de crímenes contra los inofensivos pajarillo, y tengo muchas muestras presenciales para demostrarlo, eran Emiín y Benito y Benito y Emilín, porque los dos son cortados por el mismo patrón. Jejeje. Me río para poder vivir porque si fuese verdad todo lo que cuentan Emilín, Benito and Company S.A. yo estaría llorando a chorros. ¡Vayas chorradas cuentan Emilín y Benito and Company S.A. que ni saben escribir más allá de “Érase una vez” pero no saben más de cómo se debe escribir un cuento!. Jejeje.