Domingos de El Berro. Yo recuerdo, desde mi infancia, que el berro es una planta acuática que crece en las fuentes, riachuelos y en las aguas limpias a la orilla de los arroyos, pero también pueden ser cultivados. Es una planta que, según pude descubrir yo, en compañía de mi abuelita Rufina, mide de 10 a 50 centímetros de altura, con tallo suave y muy ramificado. Sus hojas son alargadas, de forma oval y con nervaduras muy marcadas. Vi cómo sus flores, amarillas o blancas, tienen cuatro sépalos, cuatro pétalos, seis estambres y un único pistilo (todo esto lo aprendí en la clase de Don Florencio Lucas Rojo), agrupadas en inflorescencias axilares y terminales, El fruto de los berros es largo y delgado; algo así como éramos nosotros, los nietos de Rufina.
Domingos de El Berro. Existe, en Madrid capital, un Parque llamado El Parque de la Fuente de El Berro. El dato exacto es el siguiente:El Parque Quinta de la Fuente del Berro se encuentra en Madrid, en los terrenos de lo que en principio fue la Quinta de Miraflores, encargada por Felipe IV como un nuevo real sitio.. Se encuentra al lado de la M-30 y frente al Barrio de La Elipa. Se puede llegar hasta él por la calle Jorge Juan, ya que esta calle desemboca en dicho Parque, o por la calle Doctor Castelo, que también desemboca en el mismo Parque. Hasta allí íbamos, los tres pequeños, con nuestra abulita Rufina… andando desde la calle de Alcalde Sáinz de Baranda… lo cual significaba una buena caminata.
Me sitúo en el punto exacto donde se encuentra la igleisa dónde se celebran bautizos, comuniones y, sobre todo, bodas. Me sitúo ante la puerta de la iglesia porque mi abuelita nos coloca en lugares estratégicos para obtener alguna moneda más. En su pañuelo lleva unos cuantos céntimos de peseta pero necesita otros pocos más para poder comprar piruletas para todos. Así que, cuando salen los padrinos, toda la chiquillería comienza a cantar, mientras yo guardo siloencio y no pierdo detalle de la escena, lo de “¡Eche padrino eche, no se lo gaste en leche, eche usted padrino, no se lo gaste en vino!”. Los padrinos, para no pasar la vergüenza de ser señalados por el dedo acusador de las vecinas, de ser roñosos, rácanos o avaros, lanzaban entonces, al aire, grandes puñados de monedas de cinco céntimos (la perra chica), de diez céntimos (la perra grande) o incluso los dos reales (veinticinco céntimos) con agujero en el centro,. Lo de lanzar monedas de pesetas era ya una utopía.
Mi abuelita era experta en estrategias -y eso que no había podido estudiar por culpa de la Guerra Civil o porque se había casado siendo demasiado niña- en poder obtener suficientes monedas de céntimos (perras chicas, perras gordas y dos reales iban siempre a su pañuelo) y nos enseñaba la táctica, perfecta táctica que debía ser acompañada con la bunena técnica “del disimulo”, que consitía en pisar con el zapato la moneda más apetecible mientras dejábamos a los demás niños pegándose verdaderas palizas por conseguir el resto. A mi abuelita materna no le interesaba el resto para nada. A mi abuelita materna sólo le interesaba el meollo de la cuestión (algo así como el troncho de las lechugas) y no andarse por las ramas. Así que una vez conseguido suficiente botín para la tarde del domingo y tener reservas para ir al cine el domingo siguiente, entrábamos -sin vergüenza alguna y empujados por el coraje de mi abuelita Rufina y algún que otro empujón que le daba a los cortados de Boni y Maxi mientras yo solamente sonreía-. por las puertas de barrotes de hierro del Parque de la Quinta de La Fuent de El Berro. Efectivamente, mientras chupamos el pirulí (lo del pirulí de RTVE vino años más tarde) comprobamos que existe una fuente de donde sale una buena cantidad de agua de un búcaro de piedra. La estatua completa es una doncella con el búcaro bien abierto (no es una grosería sino una cuestión de escultura nada más). Y allí estaba la gran planta del berro.
Pero más interesante (dejando el búcaro aparte) era contemplar el grandioso árbol -no recuerdo si era un pino, un abeto o un castaño de Indias pero más bien pienso que era esto último porque se podía jugar a hacer el indio dando vueltas a su alrededor y voceando lo de por qué decimos ao por que decimos ao porque es más fácil decir ao que dónde has estao- donde la pareja de pavos reales siempre nos ofrecían un espectáculo gratuito. La pava real estaba más o menos quieta pero el pavo real estaba siempre inquieto y no hacía más que andarse por las ramas; quiero decir, que iba dando vueltas alrededor de la pava real, abriendo su cola para hacerse el guaperas. El pavo real, según las enseñanzas de mi querido e inolvidable maestro Don Florencio Lucas Rojo, es el pavo real común[2] (Pavo cristatus), también conocido como pavo real de la India y pavo real de pecho azul, es una especie de ave galliforme de la familia Phasianidae, una de las dos especies del género Pavo, que desde tiempos antiguos destacó entre los animales admirados por el hombre a causa del extraordinario abanico policromado que constituye la cola de los machos.
Algunos años después pude contarle a mi abuleita Rufina la relación existente entre el pavo real y la mitología griega. Esto es lo que les enseñaría yo, muchos años después, a mis alumnos del Colegio El Sauce, de Cumbayá (Quito/Ecuador):”¡Poned atención, chavales y chavalas, y de manera muy especial tú, vago Jijón, a ver si aprendes algo más importante que ir haciendo el pavo resl con la moto que te ha comprado tu papá tras haber tenido que repetir curso, que me daría vergüenza a mí si me hubiese sucedido lo mismo alguna vez! El mito de Argo procede de la mitología griega y ha llegado a nosotros mediante la forma latinizada Argos. Algunas fuentes indican que este imponente ser poseía cuatro ojos, dos que miraban hacia adelante y dos que lo hacían hacia atrás, otras sostienen que tenía múltiples órganos visuales dispersos por todo su cuerpo; y la versión más popular afirma que la cantidad exacta de sus ojos eran cien, pero no era sólo esto lo que le hacia único, sino que mientras dormía la mitad de esos ojos permanecían despiertos lo cual le otorgaba la facultad de poder verlo todo.
Obedecía las órdenes de la diosa Hera, para quien era el vigía perfecto. De todas las tareas encomendadas, dos fueron las que más han trascendido: terminar con la Equidna, monstruo con cuerpo de mujer y cola de serpiente devorador de transeúntes, y controlar a la sacerdotisa en la que Zeus, marido de Hera, había puesto toda su atención.
La vigilancia de Argos era tan perfecta que el dios no podía acercarse a la deseada Io. Naturalmente, esto lo enfureció tanto que Zeus ordenó a Hermes que terminara de una vez por todas con el perfecto centinela y la vida de este llegó efectivamente a su fin.
¿Cómo fue asesinado Argos?, se preguntarán todos ustedes. Existen dos versiones sobre el mismo hecho. En algunas, Hermes lo ejecuta con varias pedradas. Personalmente creo que esta es la menos creíble ya que coincide con la versión de Argos de cuatro ojos. En otras, Hermes, por la noche, mientras Argos descansaba, habría dormido a los ojos que permanecían en estado de alerta utilizando la flauta de Pan o su propia vara. Una vez que Argos se encontraba totalmente inmerso en el sueño inducido, lo asesinó decapitándolo.
Hera, al enterarse de que su esposo se encontraba detrás de la muerte de su más fiel guardián, decidió vengarlo y vengarse castigando a la joven doncella Io. Luego, se acercó al cadáver de Argos, arrancó todos us ojos y los depositó en el plumaje del pavo real para que todos los que lo vieran desplegado recordaran al fiel sirviente, ahora inmortal, y el injusto final que el destino le tenía reservado.
Por cierto, el pintor flamenco Rubens, conmocionado por esta historia, pintó un cuadro donde podemos observar el momento en que Hera, con dedicación y ayudada de un cortejo, deposita ojo por ojo de su leal asistente en el plumaje de un pavo real.
A veces viene con nosotros José Ángel pero este José Ángel le cae mal a mi abuelita Rufina porque parece medio tonto y se dedica a tirar piedras a los pavos reales. Por eso mi abuelita decidió terminar definitivamente de llevarle con nosotros al Parque de la Quinta de La Fuente del Berro y una tarde dominguera le mandó a hacer puñetas después de que el citado José Ángel, de la saga de los Merinos, rasgó un vestido elegante (de domingo supongo yo) a una señora también elegante (de la alta sociedad supongo yo) con una rama que llevaba en la mano… porque mi abuelita Rufina era muy bien hablada pero cuando alguien le ponía mal de los nervios le llamaba al pan pan y al vino vino y no soportaba la conducta maligna de mi hermano mayor… ¡así que menos iba a soportar las salvajes acciones de este malcriado José Ángel de la saga de los Merinos! José Ángel ya no volvió jamás y terminó haciéndose comunista en las Américas para vergüenza de sus progenitores.
Un día dejamos de ir ya a la Fuente de El Berro (de cuyas limpias y saludables aguas nos daba de beber mi abuelita con un vaso de plástico duro y plegable que estaba muy de uso entonces y que al cerrarse por completo parecía una cajita redonda de crema Nivea y ni vea usted que corte daba beber en dicho vaso)) porque habíamos descubierto el fútbol en los campos de La Elipa. Pero las historias del pavo real de La Fuente del Berro nunca las olvidó mi abuelita y nunca las olvidé yo. A veces, cuando veo pasar por las calles a algunos hombres adultos y adúlteros, pavoneándose coom si de personajes reales se trataran, solo me dan lástima.
Espero que mi abuelita Rufina esté siempre sonriendo en el Cielo y de la misma manera que siempre sonreía con sus amigas cuando les contaba estas y otras muchas anécdotas de mi vida buhonera -no de buho sino de bohemio- mientras escuchaban “Ama Rosa” en la radio que ponìan, en el centro de todas ellas, sentadas cómodamente en sillas de tijera -al menos creo que se llaman sillas de tijera y en verdad que le daban bien a las tijeras mientras cortaban retales de ropas varias- en el bulevar de Alcalde Sáinz de Baranda… cuando los veranos olían a los melones de Villaconejos que tenia el vendedor en un lado del bulevar. Y entre los recuerdos del pavo real y el olor de los melones de Villaconejos yo, a veces, meriendo pan con chocolate Dulcinea. Quizás por eso me gusta más la figura de Don Quijote “El Soñador” que la de Sancho Panza “El Chorizo”.
Mi abuelita materna Rufina: !Me acuerdo, Diesel! ¡¡Claro que me acuerdo!! Gracias por cumplir con tu promesa. Siempre me acuerdo de aquella tu manera de ser tranquila, suave, pausada… y no como el violento que tú y yo conocemos. Siempre me acuerdo de que estabas llamado a ser pacífico y pacifista… y por eso, cuando paseabas con las manos metidas dentro de los bolsillos de tu pantalón corto, por el Parque de La Fuente del Berro, rápidamente supe que tú eras el llamado a ser ese vaso de agua fresca, ese vaso de agua nueva, ese vaso de agua viva que Dios formó para que otros seres humanos puedan beber en él. Te recuerdo bebiendo agua fresca, clara, limpia, de la fuente de la virgen con búcaro y en ese vaso de plástico flexibe y de colores. Si. Era la moda en aquellos años… pero no ha pasado nunca de moda para mí. Quizás seas tú ya un vaso nuevo y de colores para que otros puedan beber bajo el color que deseen y es que, desde que eras un niño,. jamás tuviste prejuicios contra nadie. Mirabas la belleza de las plumas del pavo real… me acuerdo… y ahora sé que tú serás siempre real… no un pavo real… sino un real ser humano de verdad.
Aquel vaso sigue existiendo, querida abuelita. Aquel vaso todavía está guardado entre las cosas de mamá. Mamá también se ha ido pero el vaso sigue. Y yo sé que también siguen existiendo los pavos reales… pero no importa, abuelita… porque recuerdo a los pavos de la Navidad. Cuando llegue esta próxima Navidad, en Madrid, seguiré recordando a los pavos grises de la Navidad, a los gorriones grises de los árboles del bulevar… y a los días grises que, de repente, se han llenado de color. Gracias por leerme y comentarme. Dale un beso, de mi parte, a mamá y a papá. Y tú sigue leyendo aunque no sepas leer… pero sigue leyendo con tu corazón porque ya mis películas no tienen The End. ¿Me comprendes, abuelita?
Ojalá nunca dejes de “hablar” con esa señora, Diesel
Buenos días, Marian… mi abuelita materna Rufina no supo nunca leer textos escritos pero siempre sabe leer textos salidos del alma.