La Gaviota Roja (reedición corregida y aumentada)

Tengo 18 años y estoy sentado ante una mesa de madera del bar Méntrida del Viejo Madrid. Escribo en mis hojas blancas… y en la mesa cercana veo al loco poeta alemán que escribe también desenfrenadamente. Miro su expresión. Le veo absorto e intento por todos los medios seguir su ritmo. Mi mano gira y gira en torno a mis hojas mientras él no levanta para nada la mirada.

Me introduzco de lleno en la escritura y dejo salir mis sueños al aire. Cuando llevo un par de horas con el temblor de la frente transmitida al pulso de mis dedos, noto una mano posada sobre mi hombro. Levanto la vista…

– Hola colega… veo que estás introduciéndote en la galaxia de la locura. Yo soy Alex, el loco poeta alemán de los jardines. ¿Te gusta mi reloj?. Toma. Te lo regalo. Ya no me sirve. Y termina por favor este poema porque a mí ya se me acabó el tiempo. Toma el reloj. Mira su esfera. Es azul con una gaviota roja. Búscala. Yo la he buscado mucho tiempo y no la encontré jamás. Búscala. Encuéntrala. Ámala y escribe… escribe… escribe… no dejes nunca de escribir…

Se alejó del Méntrida para nunca más volver. Me pasé el resto del atardecer intentando completar su poema. Lo terminé. A la semana siguiente el loco poeta alemán Alex amaneció muerto sobre el césped del Jardín de los Ojos Malagueños. Fuí a su entierro con todos los bohemios y bohemias de “Setamor” y me dejaron escribir su poema en la tumba.

Y escribí… escribí… escribí sin desmayo buscando a la Gaviota Roja hasta que una tarde veraniega de Madrid la encontré entre los cuadros de un pintor y un paseo por la rosaleda.

Desde entonces la sigo, la vivo, la amo… mientras no paro nunca de escribir… escribir… escribir… y la Gaviota Roja mira todas las tardes el reloj de la esfera azul del loco poeta alemán mientras se queda pensando… pensando… pensando… y yo no paro nunca de escribir..-

Sí, Gaviota Roja, eres tú por la quien peleábamos, en las noches de luna azul, el anciano Alex y yo. Lo que sucedió mi linda Gaviota Roja es que él equivocó el camino por la maldita ruta del alcohol y los burdeles mientras yo, sólo un niño comparado con él, te seguía soñando… soñando… soñando… y escribía poemas en las hojas de las higueras, en los ojos del viento, en las nubes pasajeras y hasta en las tascas proletarias…

Él se equivocó porque siempre supo que su soñada Gaviota Roja (la que tienes tú ahora en el reloj que yo te regalé porque eres tú misma) no había nacido para él. Había nacido para ser compañera del Niño del Puente en todos y cada uno de sus fragmentos de Vida.

Nota.- De la vida real.

Un comentario sobre “La Gaviota Roja (reedición corregida y aumentada)”

Deja una respuesta