La murmuración de Guillermo

16 de junio de 2006

En el epicentro de las tertulias de sobremesa del día de hoy, una vez más a lo largo de toda la semana, un gran escándalo se ha incubado entre el vecindario por las aviesas sinrazones de quien, considerado amigo, traiciona a Shadia, la vecina del piso de arriba, la que vive en la buhardilla, cuya identidad todos desconocen pero que ha decidido poner a disposición de todos su naturaleza de mujer. No. No es lo que se puede imaginar. No es lo que parece. Pero desde que sabemos que su cuerpo huele a nubes de jazmín, hay sentimientos encontrados.

Y todo porque, vendiendo como rosquillas almibaradas sus untuosos chismes de monje franciscano entretenido en hablar mal de Shadia, Guillermo David, el jovencísimo parlante del rosario en mano, desarrolla su farsaria imagen de integridad completa intentando producir el milagro de la destrucción a través de la crítica descalificadora y ocultando, fiel devoto de su solapada castidad, que ella le arrojó a la cara los treinta euros con los que quería comprarle el Beso de Judas. Pero Shadia no está muerta, ninguna hoguera inquisitorial la va a consumir, y resurge en las tertulias de la sobremesa de hoy, como todos los días de la semana, defendida por quienes la aceptan como rosa ciudadana de la Libertad en medio de esta tormenta de fuego en que se ha convertido el vecindario.

Podría darse el caso de que las llamas incendiarias de sus novedades quemasen a alguno más allá de las metáforas voluntarias; porque la mil veces reinventada Shadia ha venido a provocar confesiones que no son nada del otro mundo, sino del presente. Visiones de bola de cristal como escapismos enquistados en las retadoras miradas de los hedonistas del imperio de la murmuración.

Vía crucis de detalles entrañables que circula en las sobremesas del día de hoy con “bailarines”, “músicos”, “danzantes” y “vocalistas” de la acusación cantata. Pero Shadia sigue su “tour” femenino resistiendo a las historias de las pasiones encontradas y yo, después de la tertulia, he subido a la buhardilla a llevarle un pedazo de pastel. Sólo me ha sonreído dándome las gracias.

No. No es bruja ni hechicera Shadia. Lo de la bola de cristal sólo es una de esas citadas metáforas voluntarias para señalar cuán frágiles son las miserias del franciscano… sobre todo cuando desea ocultar que no pudo comprarla un beso por treinta euros. No. No es lo que se puede imaginar. No es lo que parece. Shadia sólo es Mujer. Y ama la Libertad en todas sus dimensiones.

Un comentario sobre “La murmuración de Guillermo”

  1. No hay nada peor que el malsano cuchicheo vacinal, lo practican normalmente gentes de poca vida interior y mucha apariencia superficial y mentira, diariamente morimos los raros o distintos a ellos, en hogeras vervales impuestas por los que se sienten normales (egositas y malpensados), un beso

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