No hubo nunca paces en la historia, queno estuvieran marcadas por las guerras. La guerra es la forma en la que el ser humano alcanza su mayor y desgarradora voluntad de poder. Nunca es justa una guerra sin un diálogo que transforme el conflicto. Nunca es lícita una paz impuesta, con cientos de muertos cada día. La Paz supone avanzar sobre el derecho de todo ser humano a venir a esta Tierra para crecer y encontrarse a sí mismo. Somos como hilos de seda, frágiles hasta en la inteligencia de descubrir que la vida no puede seguir siendo el banco de pruebas de ningún grupo de poder. No es lícito devastar la Tierra y llenar los botiquines de “maravillosos re medios contra lo desconocido”. Cada capítulo de la historia ha implicado al ser humano con la sangre y la destrucción, quizá no hemos sido capaces de reconocer este río subterráneo del “ojo por ojo” y todavía se mueven las manos negras que niegan el pan, que engañan con organizaciones en nombre de la Paz, de reinados plagados de visionarios. La Paz es un derecho a la vida, a la existencia solidaria y al crecimiento en armonía del hombre con la Naturaleza. Es voluntad de todos y mucho más de aquellos que han muerto por la paz o han sido denigrados en su lucha.