MI paz de cada día.

Salían del colegio con una paloma en la mano. La paloma era de papel, pintada de colorines. Una paloma diferente a todas, ni viva ni muerta: una paloma en el papel pintada. Salían hablando de paz. Me sorprendió ver sus caritas de niño y la paz en su manos en forma de paloma. Les hablaron de la paz, de la paz de cada día. Por la tarde la merienda. pan con chocolate o cualquier cosa que dé sabor a sus cuerpos. Cerca de la escuela, la papelera comenzó a poblarse de papeles y palomas, de palomas de verdad picando los trocitos de bocadillos tirados. Las madres hablaban. Los padres paseaban por el barrio. Fútbol y más fútbol, nadie se fijaba en las palomas, ni en los niños. Pensé en mi paz de cada día. Elegí dejar el momento. Volvería el próximo año a pasar por las mismas papeleras donde nuevas palomas volaran hacia el horizonte de una ingenua esperanza.

Un comentario sobre “MI paz de cada día.”

  1. Palomas de papel que sirven sirven para repensar que las verdaderas palomas, las que comen migas de pan con chocolate o cualquier otra cosa, anidan en la continua “guerra de las papeleras” donde los ´slóganes de la paz se hacen puro servicio publicitario. Me gusta la ingenua esperanza… pero los horizontes están mucho más lejos… Te felicito por tu texto.

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