Dorada multitud de rosas
golpea en sus ojos,
con aleteo incierto.
Es un viejo inválido el tiempo
sentado frente a su fogata de nieve
y pasa, pasa fugitivo el anhelo
como un relámpago que llueve
sobre témpanos de fuego
en la quimera importada de su sueño
y la cruel espina de su infierno.
Ay del ansía ilusa
que enciende la voz de su ruego.
Ay de la ternura inclusa
en la bondad de su pecho
cuando ajorcas doradas y difusas
cortan el temporal de su aliento,
la inspiración loca y pura
de su sentimiento imenso
Se pierde en un mar de angustias,
en la pesadilla de su esmero,
y en el sonoro canto de su beso.