La real y verdadera historia de la Copa Fiocchi y la Princesa (al detalle) Diari

Equipos Participantes:

CJ.- Español y Betis.
CG.- Zaragoza y Atlético de Bilbao
CB.- Mallorca y Elche
CM.- Atlético de Madrid y Barcelona.

De cómo sucedieron los hechos:

Pues resulta que eran tiempos de adolescencia y ya se sabe que en tiempos de adolescencia todos los hombres de verdad tenemos un poco o un mucho de infantiles y un poco o un mucho de adultos (salvo algunos casos “anormales” y lo digo en el buen sentido de “fuera de lo normal” que no son ni una cosa ni otra).

Y en esto que mi padre se dedicaba a la caza y se preparaba, en casa, sus propios cartuchos cuando no compraba los amarillos de la marca “Orbea” o los verdes de la marca “El Gamo” por ejemplo. Bueno; pues el asunto es que la Copa Fiocchi, la tan soñada Copa Fiocchi por los cuatro hijos varones de la familia, era la que usaba mi padre para medir la pólvora, los perdigones, etcétera que, junto con las tapas y los corchos, le servían para preparar dichos cartuchos que luego los bordeaba con una máquina que parecía como de afilador pero para bordear cartuchos de caza. El asunto es que ya estábamos lo bastante creciditos como para andarnos con ese “rollo” de las trampas siempre a favor de la CG porque si no era así, si se nos ocurría ganarle, estábamos más perdidos que “carracuca” y nos castigaba a varios meses sin jugar. Ese era el tal CG y la verdad del tal CG. Bien. Hasta entonces lo soportamos. Que se llevase tres ridículos trofeos no nos importaba. !Haciamos trampas sabiendo todos que hacíamos trampas y ya está!. El caso era tener contento al famoso CG. Pero esta vez se le acabó el “rollo”. Esta vez era la Copa de mi padre, la única que verdaderamente tenía mérito ganarla. Y esta vez ya estábamos todos lo sufientemente creciditos para dejar de ser “niños” (o hacernos pasar por “niños”) y empezar a ser hombres de verdad. Así que todos nos juramentamos jugar por una sola vez en nuestra vida una competición sin trampas. Iba en serio. Nos despediríamos del Fútbol-Chapas jugando como verdaderos hombres.

CJ (que soy yo y me llamo José) presentó, como se lee al principio de esta página de mi Diario, al Español y al Betis. CG (que se llama Emiliano) al Zaragoza y al Atlético de Bilbao. CB (que se llama Bonifacio) al Mallorca y al Elche. Y CM (que se llama Máximo) al Atlético de Madrid y al Barcelona. Mi padre sólo observaba y callaba mientras yo iba desarrollando toda la competición (resultados, clasificaciones, entrevistas, estadísticas, reportajes, crónicas, etcétera) registrándolo todo en mi periódico “Cerros Verdes” que ya expliqué en su momento que se lo puse en honor de un caballo de hípica de aquella época que era muy famoso en el Hipódromo de la Zarzuela de Madrid. Como todo estaba registrado en aquellas páginas no era posible desmentir la verdad y la realidad de lo que sucedía. Estábamos los cuatro muy serios y concentrados en ganar la ansiada Copa Fiocchi (que ya expliqué que era de fabricación italiana). Las chavalas, de momento, debían de esperar aunque alguna que otra “aventurilla” había entre CG y CJ de la que en otro momento de mi Diario hablaré con mayor pausa y tranqulidad para dejar las cosas muy claras. Las chavalas debían de esperasr todavía un pequeño tiempo porque entonces el tiempo (como me sigue ocurriendo a mí todavía y a ellos sin embargo no) para mí sólo era una cosa relativa. Entre “aventurilla” y “aventurilla” yo seguía con mis poemas y me daba tiempo a estar concentrándome en la lucha por la Copa Fiocchi. Para mí las “aventurillas” femeninas habían comenzado, con algún que otro “amago” infantil, por ser ya un poco de mayor enjundia con dos profesoras del Instituto de Enseñanza de Bachillerato de San Isidro de Madrid (muy cerca de la Plaza Mayor, de la Estatua de Espartero y del Rastro). Así que eran aventuras ya bastante en serio con las dos profesoras más guapas del Instituto: la ayudante del profesor de Química (que era laboratorista porque nos daba clases en el Laboratorio) y la titular de Historia de Arte. Volvamos al asunto de lo que sucedió real y verdaderamente con la Copa Fiocchi.

Sucedió que yo no estaba dispuesto a que nadie volviese a adelantar el reloj cuando convenía hacerlo o a atrasarlo cuando convenía hacerlo (que lo hacía muchas veces Bonifacio para beneficiar a Emiliano) o a anularme goles legales (como lo hacían Bonifacio y Máximo continuamente para beneficiar a Emiliano). En realidad, bajo la silenciosa pero atenta mirada lejana de mi padre, eran los tres contra mí. Y había un dicho muy popular entre los niños del barrio que decía así “tres contra uno mierda para cada uno” (con perdón de la palabra malsonante pero estoy contando la verdad) o sea que eso de la mierda se refería a los tres que luchaban contra mí. No me importaba. No estaba dispuesto a aguantar ni una trampa más y estaba totalmente concentrado (lo de las chavalas y las mujeres sólo era para pasar el tiempo un poco menos aburrido de lo que era aquello de un Instituto solamente masculino que hoy, por fin es mixto) en obtener el triunfo del trofeo que se había puesto en juego gracias a mi padre.

Comenzó el torneo a ser interesante de verdad porque había llegado la hora de la verdad. Era el tiempo de que se viesen las verdaderas coordenadas reales de lo que sucedía con los juegos del fúbol de chapas. Los tiempos ya habían cambiado. Ya el pasado de las trampas y más trampas estaba fuera de moda porque cantaba el Dúo Dinámico canciones que nunca olvidaré por muy joven que sea todavía. Canciones que me hacían recordar, una vez tras otra, la evolución de mi Princesa de la selva que había dejado de ser un cuento narrado por las noches bajo la Luna para irse transformando en una realidad a plena luz del Sol. Comenzó la Competición a tomar forma sólida y consistente (como se puede comprobar siguiendo mis crónicas en el “Cerros Verdes”) y comenzaron las verdaderas sorpresas para Emiliano (CG), para Bonifacio (CB) y para Máximo (CM) porque aquello iba ya muy en serio. Las sorpresas eran que el Español de la CJ (o sea, mi Español) iba ganando partido tras partido e iba quedando imbatido hasta situarse (como se demuestra por la clasificación que aprece en “Cerros Verdes”) en cabeza la de Competición. Si se creían Emiliano (CG), Bonifacio (CB) y Máximo (CM) que iba a darme por vencido y ablandarme y dejarme ganar estaban muy equivocados. La ayudante del Laboratorio de Química y la titular de Historia del Arte habían apostado muy fuerte por mí y yo no las iba a defraudar como antesala de mi posterior salida al verdadero mundo de las chavalas (que ya comentaré en otra ocasión).

Así que CG, CB y CM comenzaron a ponerse nerviosos a medida que avanzaba la Competición y mi Español se consolidaba, cada vez más, como cabeza imbatible. El hecho, y esto es lo que ellos desconocían, es que todos mis jugadores españolistas (porque aquella fantasía del fútbol-chapas tenía también mucha magia y mucha imaginación dentro de mi cerebro y de mi corazón) se habían juramentado, a través de mis comentarios y mis entrevistas periodísticas radiofónicas nocturnas, mientras los otros tres dormian y por medio de mi inventada Radio Deporte, que no se dejarían ganar por nadie. Pero como lo dijeron tan en voz alta y tan en serio, fue escuchado por Emiliano (CG) quien, verdaderamente asustado y tras varias derrotas de su “imbatible” Zaragoza (y digo “imbatible” porque era falso ya que antes nos dejábamos ganar para que no se enrabietase el muchachito) se lo dijo a Bonifacio (CB) y Máximo (CM). !Que José (CJ) esta vez no lo va a permitir y que se va a quedar campeón imbatible de la Copa Fioccchi que no sólo lo veo escrito en el “Cerros Verdes” sino que lo he escuhado en “Radio Deporte”!. !La única Copa que de verdad merecía la pena ganar era la Copa Fiocchi al igual que pasaba con la Princesa de la Selva Ecuatoriana!. Y entonces el miedo se les transformó a los tres “hermanitos” en pánico y terror huyendo despavoridos y abandonado con todos sus equipos: Zaragoza y Atlético de Bilbao de la CG (que fueron los que huyeron primero) seguidos de Mallorca y Elche de la CB y Atlético de Madrid y Barcelona de la CM. Así que me quedé solo e imbatible con mi Español seguido de mi también querido Betis de la CJ.

Mi padre, árbitro neutral de la contienda decretó, una vez demostrado al leer las páginas del “Cerros Verdes” que el vencedor de la Copa Fiocchi era, por cobarde abandono de los demás (liderados siempre por CG) el Español de la CJ (el mío) y, no sólo eso, sino, lo que es más importante, me acababa de ganar definitivamente el amor de mi soñada Princesa ecuatoriana.

Y eso fue lo que ocurrió, con todo lujo de detalles, real y verdaderamente con la Copa Fiocchi y la Princesa Liliana que estaban directsmente relacionados uno y otro asunto.

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