La Saeta, Cañoncito, La Galerna y milanesas con café

Comienzo la mañana desayunando en el Bar Paquito de la Calle Mayor cuando, de repente, entra en el local mi amigo El Relojero. Se sienta junto a mí y pide un Marie Brizzard dulce. Hoy José Gomariz tiene muchas ganas de charlar. A pesar de sus 95 años recién cumplidos no se cansa de vivir. Sabe que me gusta el fútbol y comienza a hablarme de la grave crisis de juego que atraviesa el Real Madrid, el equipo que, a pesar de ser él un alicantino de pura cepa ilicitana, es el que le tiene atrapado desde su juventud (cuando estuvo viviendo en los madriles de Carabanchel allá por los años 30).

– Pepe (él me llama Pepe) con don Santiago Bernabéu no pasarían estas cosas.
– ¿Qué cosas, José? (yo le llamo José).
– Esta de los jugadores metrosexuales o como se diga.
– Sí. Sed dice metrosexuales…
– Pues te voy a contar una anécdota verdadera y que sucedió tal como te digo.

Comienza El Relojero de Manila por preguntarme si yo sé quiénes fueron La Saeta Rubia, Cañoncito Pum y La Galerna del Cantábrico. Yo entonces era un niño pero les recuerdo. Eran Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas y Francisco Gento respectivamente. De cuando las alineaciones del Real Madrid siempre terminaban con estos tres nombres.

.- Di Stéfano era rubio y le llamaban Saeta porque su juego era rápido, espectacular,
afilado y siempre mortífero para los rivales. Puskas era todo un cañón disparando
con su pierna izquierda. Siempre que golepaba al balón sonaba en todo el estadio
un ¡pum! y terminaba el esférico besando las redes. Y Gento, que había nacido en
Santander, junto al Mar Cantábrico, ha sido el extremo izquierdo más rápido del
mundo. Cuando corría por su banda, con el número 11 a la espalda, era una
verdadera ráfaga de viento azotando al área contraria. De ahí lo de galerna.

El Relojero de Manila es un libro abierto en esto del fútbol. Me cuenta hasta lo de El Mangas, que era el apodo con el que se conocía a Luis Molowny, un canario que jugaba siempre agarrándose los puños de la camiseta.

– Pues mira, Pepe… don Santiago Bernabéu, que ha sido el mejor y más listo presidente de un club a nivel mundial, le advirtió a todo un Di Stéfano, el mejor jugador de todos los tiempos, que si salían de putas en las vísperas de jugar la final de la Quinta Copa de Europa en Glasgow y después perdían el partido… él mismo, personalmente, se ocuparía de que nunca jamás volvería a jugar al fútbol en ningún equipo. No volvería a jugar jamás en el Real Madrid, ni en ningún otro equipo de España ni tampoco en ningún otro equipo del mundo. Allí acabaría definitivamente su vida deportiva. Se lo juró por Santa Pola, que era la patrona de su pueblo natal. De esta manera trataba Bernabéu a sus jugadores cuando se volvían díscolos por muy geniales que fuesen. Y el caso es que Di Stéfano aceptó el reto. Le pidió permiso a don Santiago para salir, junto con sus compañeros, de putas por la noche de Glasgow y que, a cambio de ello, él también le juraba que lograrían ganar la Quinta Copa de Europa para el Real Madrid. El caso es que los jugadores del equipo se fueron de putas la noche anterior a la celebración del encuentro y al día siguiente ¡ganaron por 7-3 a todo un Eintracht de Francfurt alemán!, La Saeta, Cañoncito y La Galerna hicieron un partido tan memorable que ha pasado a la historia como la mejor final de Europa de todas las épocas. Di Stéfano marcó 3 goles y Puskas 4. ¡Aquellos sí que eran jugadores de fútbol!. Varones de pelo en pecho y no metrosexuales como estos Beckam, Guti y compañía.

Así termina de tomar su copa de anís el bonachón y dicharachero José Gomariz que, a pesar de su longevidad, mantiene la cabeza fresca, gran facilidad de entendimiento y extraordinaria memoria. Se despide de mí porque tiene que hacer sus labores cotidianas y entonces es cuando entra en el bar Víctor, el joven de 20 años con el que paso muchas horas compartiendo computadoras en la Sala Cultural Reina Sofía.

– Hola José (él me llama José).
– Hola Tigre (yo le llamo cariñosamente por su apodo en el barrio).

A Víctor “Tigre” Fernández no le interesa casi nada el fútbol, pero esta mañana…

– Que me han dicho que Ronaldo se ha ido a Italia.
– Así es. Se ha ido al Milán.
– ¡Qué casualidad!. ¡Este verano yo tengo pensado ir de vacaciones a Italia!. ¿Tú conoces Milán?.
– Estuve allí cuando tenía tu edad.
– Y aparte de las sabrosas milanesas (y no se refiere precisamente a las empanadas de carne y huevo que tienen este nombre) ¿qué más hay que sea digno de ver allí?.
– Pues tienes, por ejemplo, La Scala si te gusta la buena ópera. O la Pinacoteca de Breda si eres aficionado a la pintura del Renacimiento. También tienes el Castillo de los Sforza si te gusta la Historia de la Italia del siglo XV. Y si eres religioso y te gustan las iglesias allí tienes muchas para elegir.

Se queda meditando Víctor…

– Verás, José… de los curas no me gusta más que el vino de las sacristías, la Historia del Siglo XV hace ya mucho tiempo que ocurrió, de ópera italiana sólo sé que existió Verdi y en cuanto a pintura del Renacimiento estoy más verde que una lechuga… así que me quedo con las milanesas. ¡Vivan las ragazzas y el condón!.

Y Víctor, entusiasmado con el futuro que le espera con las bellas bambinas en sus sueños veinteañeros, apura su café con leche y se marcha todo feliz. Se levanta entonces un hombre de unos 30 años de edad y se acerca a mi mesa…

– Perdón… ¿cómo se llama usted?.
– Yo me llamo Pepe.
– Y yo Antonio.

Antonio me da la mano y se despide con un “espero que nos volvamos a ver y desarrollar una buena amistad”.

Aquí es fácil que, de vez en cuando, conozcas gente nueva, de buen humor, y con ganas de charlar. Una vez solo pienso en las bondades de la vida y comienzo a ojear-hojear (pasear los ojos por encima de las páginas) los periódicos del día, por ver si hay algo bueno que añadir a este excelente comienzo mañanero. Pero no. Nada. La corrupción del plan urbano de Andratx sigue en aumento, Scotland Yard estrecha el cerco sobre Tony Blair y un comité ético está reunido para debatir sobre la muerte asistida. Así que paso a la contraportada para ver si en la columna de opinión encuentro algo agradable que subrayar. Nada. Tampoco. Ha escrito Juan José Millás un texto bien extraño sobre el tema de los embarazos histéricos.

Tomo el segundo periódico. Nuevo fracaso. Detenido, en Jumilla, un hombre que ha cometido una brutal violación, 70 muertos hoy en un atentado en Irak (y llevamos docenas de muertos cada día en aquel país) y la columna de la hoja final, firmada por Manuel Alcántara, es deprimente desde su título (Hijos de la ira) porque habla de las agresiones violentas a profesores, médicos y árbitros de fútbol.

Está visto que la vida que se refleja como noticiosa en los periódicos nada tiene que ver con la vida de las gentes sencillas de Alcantarilla. Al menos en el día de hoy. Mañana ¿quién sabe?. Nadie sabe qué sucederá mañana. No creo para nada en los adivinadores. Como me decía mi maestro de escuela, don Florencio Lucas Rojo, en el madrileño colegio de Lope de Rueda: “José, nunca te olvides de vivir el día a día porque mañana será otro distinto al de hoy”.

Doblo los dos periódicos y los dejo en el mostrador. Pago mi café y salgo a la Calle Mayor simplemente a vivir. Me fascina la idea de que el mundo cotidiano esté poblado también por gente cuya única particularidad consiste en que somos invisibles para los grandes medios de comunicación social. Lo afirmo yo que, paradójicamente, hace un montón de años que trabajo como periodista. Qué cosas.

2 comentarios sobre “La Saeta, Cañoncito, La Galerna y milanesas con café”

  1. El vello de punta, y no exagero. Me encanta ver la vida pasar, las conversaciones de los bares, que se hable del buen fútbol con esta ternura y el apellido Gomariz, que es uno de los que lleva mi abuela. Me encantó. Me levanto el sombrero.

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