La trompa de Eustaquio rompió la calma de la aldea. Una especie de letargo prolongado retumbó en el caracol de la huerta, en el estribo de la mula, en el yunque del platero y en el martillo del albañil. Toda la aldea despertó de su larga somnolencia y un estruendo de palabras convirtió el anterior silencio en una borrasca de protestas. La trompa de Eustaquio siguió sonando mientras el zorrillo pardo escapaba con la gallina entre sus fauces.
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Mi abuela materna: ¡Oído! ¡Lo he oído!