Las risas del ayer

Entonces ella me dijo que lo que más echaba de menos del pasado eran las risas, esas risas que nacen de la despreocupación de unos tiempos más tarde añorados, que un buen día sacamos de ese pequeño rincón donde guardamos nuestras mejores impresiones y nuestra alegría de vivir.

Y me lo dijo llorando a mares. Yo sabía que sus lágrimas de ahora y su añoranza de aquellas risas eran algo que surgía puntualmente como consecuencia de un mal día, o de algún plan que se hubiera desbaratado. Incluso podían deberse a algún cambiante estado de ánimo del “misterioso” ciclo de la mujer. Nada en realidad preocupante.

Pero, en ese momento, ¿cómo decirle que yo también añoraba esas risas, que entonces fueron mi soporte y mi guía, lo que me hacía seguir en una batalla con tantos frentes abiertos?

En esos momentos no lloré. Pero sí cuando se marchó.

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