Les enfants terribles (español)

Lo más divertido de la infancia escolar no era saber que el ómnibus significaba autocar o aquello de “mi mamá me mima mucho y yo mimo mucho a mi mamá”. Lo más divertido de la infancia escolar era ponerse todos en fila y competir por ver quien orinaba más lejos apuntando hacia el interior de la famosa calle de Narváez. Los señores bajitos y con bigote, franquistas de toda la vida, nos miraban con caras adustas y las viejas gruñonas se hacían cruces (una en la frente para olvidar que pensaban siempre en cosas sucias; otra en la boca para recordar que sólo decían murmuraciones contras las chavalas guapas y otra en el pecho para pedir perdón por sus pecados que bien se los guardaban para la hora de ir a misa).

Lo más divertido era batir el récord de distancia por ver quien llegaba más lejos en esto del orinar en la calle de Narváez donde los de las motonaves Vespa tenían que hacer equilibrios para no resbalar. Y es que sólo estábamos repitiendo lo que habíamos visto hacer a los “hombres de la manga riega que aquí no llega”. Normal. Éramos los niños terribles de la barriada, los que sacábamos un cero en Ortografía y un diez en Redacción. Paradojas de la inolvidable infancia de Madrid.

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