L’important…

“L’important, c’est la rose, l’important c’est la rose, l’important c’est la rose, crois-moi…”

Me gustaba (me sigue gustando) esa canción, especialmente desde que Isabel, antigua compañera de trabajo y sin embargo amiga, me hubo explicado lo que, según ella y sus cofrades, era su auténtico significado.

A todo esto, yo trabajaba entonces como profesora de inglés en un colegio de monjas. Las monjas eran, en su mayoría, agradables en su trato hacia mí. Pero yo a veces me preguntaba si ese trato no sufriría algún deterioro si algún día llegásemos a hablar sobre religión. Porque lo que no he dicho hasta ahora es que corrían los años sesenta y se suponía que todo el mundo debía ceñirse a la más pura ortodoxia del catolicismo.

Yo me consideraba creyente, pero mi credo se fundaba en el panteísmo, doctrina filosófica según la cual Dios, la Naturaleza y el Universo son la misma cosa. Fue naturalmente Isabel quien primero me habló de esa doctrina, que me fascinó al momento y que me llevó a profundizar en el tema.

Así las cosas, Isabel iba casi diariamente desgranando en mis oídos las ideas generales permitidas sobre las que se basaba su orden hermética. L’important c’est la rose, crois-moi… Me encantaba escucharla, porque la rosa (e incluso cualquier otra florecilla del campo) ya me parecía sumamente importante. Isabel incluso me enseñaba técnicas sobre el auto-control, la relajación… y hasta sobre la telepatía. Me subyugaba, sobre todo, cuanto se refería a la alquimia, lo que hizo que buscase todos los libros que pude encontrar sobre ello y prácticamente los devorase.

De modo que en los momentos de asueto entre clases (ella enseñaba francés) teníamos nuestras charlas que versaban cada vez sobre un tema diferente.
No es que nuestras respectivas actitudes tuviesen nada de particular, ni que nos marchásemos juntas al finalizar las clases, pero tanto Isabel como yo pudimos ver cómo se nos miraba con sospecha, sea porque creyeran que nos dedicábamos a criticar o bien que tuviésemos una relación prohibida.

Y un día llegó el bombazo. Se nos pidió que acudiésemos por separado al despacho de la madre superiora. Era, por cierto, un despacho que yo ya había visitado cuando me contrataron, y tengo que decir que me había fascinado la sencillez mezclada con la antigüedad de los componentes de la habitación. Era un lugar en el que, se notaba, se tomaban decisiones que afectaban a la vida de personas, unas personas que al propio tiempo estaban obligadas por el voto de obediencia a una autoridad que debía ejercer de juez, no solo justo según las leyes humanas, siempre bordeando la injusticia, sino según las leyes divinas, mucho más rigurosas. No faltaba ni sobraba ningún elemento que conjugase trabajo y recogimiento y la sensación de esta última condición podía llegar a ser abrumadora, al menos para mí. Flotaba en el ambiente, más marcado que en otras dependencias del convento, un vestigio de aroma a tocas recién almidonadas y a velas apagadas, normal por otra parte en la estancia más recogida de un edificio del siglo XVI. Un lugar perfecto, ese despacho, para hacer psicofonías, pensé.

La acogida de la superiora, en aquella ocasión, había sido muy diferente a la de esta segunda y última entrevista. Con voz firme pero sin perder las formas, me hizo las suficientes preguntas, utilizando al principio lo que ella creía que era la mayéutica, sobre mis creencias religiosas, todavía no totalmente convencida de que yo tuviese claro mi alejamiento del para ella camino correcto y… claro, salió a relucir lo del panteísmo. Debo decir que me admiró la forma en que la superiora me llevó habilidosamente a la conclusión de que no podía seguir enseñando a mis alumnas, sin dar en ningún momento la impresión de que se tratase de una actitud rigurosa de la Iglesia que implicaba mi despido inmediato.

No me sentía culpable por amar la Naturaleza (L’important c’est la rose…) de esa forma, hasta el punto de perder mi medio de vida, pero comprendía las razones de la superiora. Cuando salí de allí por última vez, respiré a fondo. Nunca, me prometí a mí misma, disimularía mis convicciones sobre el tema que fuese, aunque me costase tan caro como aquella vez.

6 comentarios sobre “L’important…”

  1. Muchas gracias por tus alabanzas. De todas formas, y aunque basado en algunos detalles reales, como la canción y el nombre de mi amiga, todo lo demás es imaginativo. Nunca he sido, en realidad, tan valiente (en cuestiones similares, en otras posiblemente sí).
    Gracias nuevamente y saludos.

  2. Muy bueno Carlota. Tu texto me trae a mi memoria cuestiones paralelas: irse de un lugar donde sólo se acepta una ideología “de poder” para dedicarme a enseñar mis propias definiciones sobre la vida, sobre la existencia y sobre la eternidad que tanto abunda en este mundo transparente. No hablo de religiones porque me hastían las religiones… pero hablo, como dices tú, de que lo importante es quizás una rosa abierta para poder continuar enseñando temas de transcendencia tan fundamental como qué es ser humano y qué es ser divino. Y aquí, en este tema de unir ambas características de las personas, es donde he tenido que echarme la mochila al hombro y caminar… caminar tanto… para olvidar criterios rígidos, filosofías cerradas en sí mismo. En fin que tu texto, con su parte real y su parte imaginaria, me sirve para volver a recoger mis ideas y llevarlas al mundo de quien las desee leer. Los únicos principios que me permiten escribir es mi propia Liberación cristiana que nunca jamás he de ocultar ni ocultaré. Y además, tengo una curiosa paradoja vivida por mí: la única vez que mejor me pagaron por escribir una obra de teatro (“Nunca Morir”) fue una petición que me hicieron las monjas de Rumipamba de la ciudad de Quito y, sin embargo, en Colegios llamados progresistas tuve que dejar de enseñar Literatura porque eran dirigidos por gentes de los “poderes laicos”. Curiosa circunstancia de mi vida real aun no siendo yo religioso. Estas paradojas me han llegado a formar un mundo propio con ideas propias donde a la verdad nunca la he disfrazado de mentira… como sí hacen muchos laicos que se denominan agnósticos o ateos y que te ponen barreras para decir la Verdad que llevas dentro de tí… porque al ser de carácter Universal puede que les moleste ser descubierto su “negocio”. Ya ves, Carlota, lo que se vive en este mundo como paradojas increíbles que te hacen abrir los ojos para ver más allá de lo que algunos proclaman que son. ¿Libertad? ¿Libertarios? No. No creo en ellos por mis propias experiencias personales. Liberación es lo que proclamo. Y en este sentido las monjas de Rumipamba de la ciudad de Quito resultaron ser más liberales que los progresistas que se llaman progres y luego resultan que son más reaccionarios y más carcundias que las propias monjas. Vivir para creer. Yo lo he vivido. Un abrazo, Carlota, y muy bueno tu texto. Por cierto: nunca escribo en ninguna computadora de ningún convento… porque siempre lo hago con la Liberación de las computadoras liberadas… así que quienes crean que soy monje están más equivocados que un burro en un salón de baile de señoritas guapísimas. Jejeje. Hasta con humor hay que tomarse ciertas cosas.

  3. ¿Qué es l’important, Carlota? ¿Ser o no ser? ¿Conocer el inglés o conocer el francés? Pudiera ser que l’important sólo consista en conocernos por dentro tanto como nos conocemos por fuera. Es manera de pensar subjetiva nada más… pero es que lo subjetivo me sirve mucho más que lo que me han querido enseñar muchos progresistas sobre lo que es objetivo siempre, claro está, que le des la razón a ellos. Ni soy religioso ni lo parezco… pero el pan es el pan y el vino es el vino… y cumplir con las promesas es cumplir con las promesas.

  4. ¿Cómo va a ser lo importante saber inglés, francés o chino mandarín? Discúlpame, pero no entiendo este comentario a añadir al anterior que has hecho, que a pesar de su extensión me parece más lúcido.
    Y desde luego que la búsqueda del auto-conocimiento debería ser una asignatura que se impartiera en colegios e institutos… aunque hay quien ni siquiera se conoce por fuera. Me refiero al auto-engaño que existe sobre la propia imagen.
    Un abrazo, Diesel.

  5. Un abrazo sincero, Carlota. Jejeje. A veces hay que reír un poco dentro de la seriedad de todos los temas humanos y divinos. MUCHO GUSTO VOLVER A VERTE POR VOREM Y YA SABES QUE SOY UN AMIGO DE LETRAS TOTALMENTE LEGAL Y TE ESTIMO COMO SIEMPRE.

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