He tenido tiempo para leer todo el marco en el que nos hemos movido Diesel y quien escribe este texto. Creo que las aportaciones sobre Sade han sido valiosas y que hablar de Sade ha podido suponer un “despertar” en algunos compañeros de Vorem. Defiendo la necesidad de un análisis donde todas las visiones tengan cabida. No se trata de asimilar lo que hizo Sade, ni juzgar su “patologización”. Es un autor, fue persona y personaje, y su inquietante figura suscitó la curiosidad de movimientos artísticos, políticos e intelectuales. Lo dicho aquí pasa a ser un rico intercambio “voremiano”, el gozo de la expresión en libertad. Ese sentimiento de libertad no puede ofender, porque si se lee con detenimiento lo aquí escrito se trata de una exposición intelectual, no de un posicionamiento cerrado y beligerante.

En cuanto a la absorción, por parte del totalitarismo nazi de las lecturas de Sade, pienso que la raiz del nazismo fue una profunda necesidad de muerte, un conflicto de intereses donde lo “sádico” fue sustituído por lo “nazi en su radical sentido de la destrucción”. A la vez, uno de los hechos más terribles del nazismo fue apropiarde de TODO, incluso de Dios, porque en su LOCURA, precisaban de un absolutismo amoral para poder ser. La svástika…cruz de paz en el Tibet y en la India, y otras culturas…fue girada, lo que indicaba el mismo gesto que voltear una cruz…léase la voluntad de ir contra una de las posiciones de la balanza: el Otro Lado. Agradecería, profundamente, que se hagan aportaciones, porque la literatura y la filosofía necesitan rescatar los pilares de lo generador de vida. Al igual que Diesel mis aportaciones sobre Sade acaban aquí. Y en esta actitud de acabar no deseo que el tema desaparezca, sino que suscite otras inquietudes, porque entiendo que el valor de lo creativo pasa por una reflexión abierta y una expresión en libertad.