Los vidrios

Si intento retroceder al génesis
de cada lágrima volcada al mundo,
no logro más que conversar con libros rotos,
con amarillentos perfumes que envuelven
el pasado que flota en la tranquilidad
de un niño,
que se esconde tras los martillos
siniestros de la locura,
desde donde nacen los más fieles
impedimentos.

Aunque renueve los charcos de
cada mañana sombría,
volverá a mis manos la orquesta
de pueriles sonidos violentados por
los puños de la mediocridad mundana.
Intentarán las cajas vacías
reflejarse en el vaivén de un vidrio
roto, de un fragmento del cuerpo
aquel que era mañana, que ya es lejano.
Que ya es memoria.
Y esa fragilidad que forma parte de
todas las cosas, inundará
la aldea de falso placer presentido.
Hoy se desploma lo que queda del
milagro de una suave alfombra cenicienta,
cubierta de estática soledad,
transparente.

Vigilada por los ojos de Dadá, caminaba
despacio sobre el magnetismo de una trampa.
Y las tazas de café, con floreros y dinosaurios
ya tocaban la proximidad del cielo.

2 comentarios sobre “Los vidrios”

  1. En un surrealista dadaísmo nos encontramos siempre con ese magnetismo que expones de trampas en medio de una taza de café. La proxiidad de las cosas nos hacen presentir ese cielo final al que te refieres, pero hasta llegar a ello das una interpretación muy personal que arranca del génesis de un llanto humano y pasando por la locura convencional de la vida vivida por fragmentos acaba en el estático placer de lo solitario. Te faltó quizás haber nombrado a la esperanza… pero Celeste… es extraordinaria tu forma de presentir el desalojo de la mañana. ¿Puedes creer que veo en tu poema un acto oculto de enormes presencias y no de soledades?. ¿Es tu reflexión un acto de coincidencia con la ctual disconformidad de todo lo humano?. Un beso, Celeste.

  2. Tierna, trágica fragilidad de todas las cosas ante lo divino, ante “la proximidad del cielo”

    Esos “ojos de Dadá”, imagen impactante de un ser omnipresente que nos vigila.

    Curioso, ¿sabes que Ernesto Sábato llamaba a su padre “Tatá”? Ese Dadá, no sé por qué me ha recordado la anécdota.

    Cariños, estimada.

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