Malloní (Quinta y última parte).

Entonces comencé a despertar de aquel mal sueño, aquella pesadilla de persecuciones por los pasillos, las aulas, los paseos de la universidad; aquellos malos sueños de los hijos de la ira, como había escrito el gran madrileño Dámaso Alonso, y empecé a darme cuenta de que tú, Malloní de las “puñaladas traperas”, lo que estabas intentando hacerme comprender es que tenías enfermo el corazón de tanto estar metida en aquel mal rollo de los fascistas y los anarquistas, todos a la vez, que te estaban atormentando la conciencia. Habían tumbado a José Manuel. Habían tumbando a Fernando. Habían tumbado a Roberto. Habían tumbado a Pelayo. Habían tumbado a José María.

Y ahora te estaban utilizando a ti para tumbarme y evitar que llegara al final de la carrera. Tú te prestaste al juego, jugando con el fuego de mi corazón sin tener en cuenta de que podías fácilmente quemarte; de que de la misma manera que te había descubierto para mis emociones yo sería capaz de enterrarte en el olvido. Pero como estabas pidiéndome ayuda o estabas provocando mi error (sabes que me daba lo mismo una u otra cosa) me ofrecí a soñar de nuevo. Y me transformé en “El Tempranillo” para convertirme en bandolero de la Sierra Morena, bajé a la Sierra Yeguas, di de beber a mi caballo de la imaginación en el Rio Benarmages y caminé en dirección a Antequera.

Una vez conocida tu realidad, los dos combatimos a corazón abierto. Tú con tu corazón enfermo sin darte cuenta de que mi corazón ardía y te podría quemar, al mismo tiempo que yo te salvaba, en las llamas rojas que salían de él. De José María “El Tempranillo” pasé inmediatamente a convertirme en Luis Candelas de Madrid para enfrentarme, ya directamente contigo en las tabernas del vino amargo, y con aquellos tres ridículos fascistas que te estaban usando de cebo mientras, por la espalda, te insultaban colocando notas infamantes sobre tu persona en los muros de aquel calvario universitario.

Así que al Motorista Super Star lo derribé del número 1 y quedó ridiculizado y convertido solo en un títere de carnaval para el resto de mis compañeros mientras su rostro envejecía tan rápidamente que apareció la verdadera realidad de Ovíes. No volvió jamás a atreverse a dirigirse otra vez a mí. Al fascista “blancuzco” con tipo de anemia inmoral ni tan siquiera le hice caso y él se refugió tras las faldas de la Nieves, sin darse cuenta de que yo ya había conocido las nieves perpetuas de las altas Sierras de España. Y te digo, Malloní de las “puñaladas traperas”, que jamás le di importancia a aquella Nieves. Acostumbrado a otras nieves mucho más puras, vírgenes y nìveas, por supuesto que no acepté acudir a tu fiesta. No por miedo de verte allí como sé que vas diciendo por ahí cantándolo a los cuatro vientos, sino porque, en el fondo, sólo estaba concentrándome en salvarte de aquel infierno y darte de nuevo la vida te la merecieses o no te la merecieses, sin importarme para nada ni tus fiestas, ni tus amigos ni tan siquiera tus amigas.

Sólo quedaba el gilipuertas de Alberto, aquel fascista flacuchento, macilento, que en vez de voz de hombre cuando hablaba le salia un hilillo de frasecitas cursilonas nada más. !Y a eso lo llamabas tú Romanticismo!. No me importó.. Nosotros dos estábamos luchando a corazón abierto. Tú con tu corazón enfermo por el cual yo estaba luchando para poder salvarte y yo con mi corazón noble. Y mientras tu corazón permanecía enfermo el mío estaba cada vez más caliente; así que le robé una flor roja, como bandolero de las calles de Madrid, a un señor que me regaló hasta la maceta y, para demostrarle al anémico fascista Alberto (el de los conciertos de poetas de mucho nombre para aparentar ser poeta él también) lo que de verdad era Romanticismo. Te la regalé sin pedirte nada a cambio. Ni tan siquiera un simple beso en la cara o en la frente te pedí. Mucho menos un beso en boca. Me bastaba con haber derrotado a aquel tipo tan patético que, en verdad, sólo era un ridículo personaje en aquel mundo de los celos y de las envidias.

Corazón abierto. Sangre de hombre. Sudor de hombre. Lágrimas de hombre. Sé que tuve que sangrar, sudar y llorar como un verdadero hombre pero al final conseguir salvarte la vida y, convertido en”El Estudiante”, pasé a ser un torero de las aulas, un verdadero torero sin mala fe que jamás se doblegaba al capricho de ningún sindicalista fuese del color que fuese. Te devolví el corazón completamente sano y me dediqué a enterrarte en el olvido. Sé que todavía te recuerdo de vez en cuando (lo mismo que tú me recuerdas a mí)y por eso te digo que puedes quedarte con la mesa de madera que te regalé para que sigas pintando mi corazón rojo lleno de sangre, de sudor y de lágrimas. Te puedes quedar con las fotografías para que sigas recordándome si lo deseas o si lo deseas las puedes romper en mil pedazos porque cada pedazo te hablará de lo que hizo un verdadero hombre por ti. Y te puedes quedar con el póster y la poesía para que no me olvides. O mejor sí, mejor viaja hasta el Humillador y olvídame poco a poco, hasta que mi nombre y mi figura y mi corazón lleno de sangre, sudor y lágrimas se disipen en las brumas de las albas malagueñas del duro invierno.

El caso es que debió sentarle muy mal a la moral de aquel inmoral Ovíes que un sólo hombre, mitad niño también, le hubiese derrotado a él y sus dos adláteres, porque pronto se lo contó a Don Emiliano Tal de Cual y éste lo puso en conocimiento del Señor Piñar. Si te salvé el corazón para darle nueva vida y si te saqué de aquel mal rollo de fascistas y anarquistas ya no importa. Ni tampoco importan la sangre, el sudor y las lágrimas de hombre derramadas, Malloní de ls “puñaladas traperas”. Sólo sé que me pasé siempre por los genitales varoniles a todos los neonazis y ácratas (la misma cosa al fin y al cabo) que se pusieron en mi camino porque te había devuelto la libertad. No. No me lo agradezcas nunca porque sé que cometí un error (y yo sólo soy el culpable de ello) cuando supe que te habías enamorado de verdad de un imposible.

No me recuerdes más. Deja las cosas tal como sucedieron y olvida ese amor imposible pero si quieres saber algo de mí puedes ir a preguntar a los pescadores de las Islas Kuriles a ver si me han visto sonreir paseando por la playa… pero no me pidas ningún coral porque todos los corales ya se los regalé a mi Princesa. Ya lo ves. Sólo no me recuerdes más porque yo hace ya tiempo que conseguí alcanzar el verdadero amor.

16 comentarios sobre “Malloní (Quinta y última parte).”

  1. Mi abuelita materna: Hola nieto. Buen día nos dé Dios, Es mejor no comentar nada. Es mejor olvidarlo Jose. Es mejor olvidar y seguir el Camino. Sé lo de la época de los fachas porque a mí también me tocó vivirla. Sólo son fascistas a los que es mejor olvidar Jose porque si te das cuenta no valen la pena derramar ni una sola gota de sudor por ellos. En cuanto a Nieves estoy seguro de que te gustaba tanto que no es cierto que la hayas olvidado y que no es cierto que fuese culpable.

  2. Totalmente de acuerdo en todo lo que dices, abuelita y, en efecto, ni Nieves ni Malloní fueron culpables. Pero no importa recordar como despedida. Sólo recuerdo como despedida nada más. Sólo para decir que estuvimos todos presentes y que todos fuimos testigos de una época singular. Al fin y al cabo como todas las épocas de la Humanidad. Singulares solamente. Pero hoy vivo con 18 años de edad y te prometo, abuelita, que no siento nada de aquello porque estoy viviendo mi eterna juventud lejos de todo aquel absurdo y confuso mundo. Malloní ya solamente es un Relato nada más, abuelita. Adiós. No adiós a ti, abulita, sino adiós al dolor. Tú lo entiendes bien porque tú fuiste testiga directa de todo aquello que ahora voy y simplemente lo olvido dejándolo en mi Memoria pero no en mi forma de vivir.

  3. Mi abuela materna: Eso es, nieto. Tu forma de vivir. Esa forma tuya de vivir es lo que a mí más me impresiona. Y espero que sigas impresionándome con alguna que otra historia más.

  4. Si la Historia es narrar ya sabes que soy bueno en la Narrativa. Seguiremos adelante como decía aquella lejana canción. Quizás la escuché en alguna estación mientras permanecía en algún andén de metro, de autobús o de tren. Lo importante no es el vehículo sino lo que escribimos como texto viacular. Me parece que me has comprendido.

  5. Te lo explico en una sola frase, abuelita. Pon atención y que no se te vaya el santo al cielo: “Texto vehicular es aquel texto con el que viajamos por los mundos de la literatura”. A veces es anfibio y sirve para navegar. A veces es terráqueo y sirve para viajar. Y a veces es aéreo y sirve para volar. Esa clase de textos me molan un mogollón “made in caserío” porque del caserío me fío. Y es que en casa hasta soy capaz de escribir sobre algún planeta tan lejano como “Infinitum” (que es el planeta más lejano que conozco y del cual quizás haya escrito algo alguna vez pero con otro nombre. Si revisas mis Cuentos de Ficción seguro que lo encuentras.

  6. Eso es abuelita. Me has entendido perfectamente bien. Prefiero ser un infantil contando cosas de hombre que un hombre haciendo cosas infantiles. Ya sabes a lo que me refiero.

  7. Mi abuela materna: ¡Atiza, guacho! ¿Es por eso por lo que tiene tanta fama esa canción que dice algo así como “yo creo que me mientes cuando dices que los domingos vas al fútbol”? A ver si la encuentras y me la pasas.

  8. ¡La encontré abuelita! Te la paso. El trozo que he localizado dice así: Por qué, por qué… los domingos por el fútbol me abandonas no te importa que me quede en casa sola, no te importa. Por qué, por qué… no me llevas al partido alguna vez! Quizas quizás… tu me mientes al decir que vas al fútbol es seguro que lo empleas como escusa es seguro quizás quizás… yo me entero alguna vez de la verdad! Te seguiré y comprobaré si con otra vas, no me engañarás contigo iré y si no es así, tu verás… con mama, mama, mama volveré! A alguno se le va a caer el pelo del todo como se entere su parienta.

  9. Totalmente cierto, abuelita pero ya corto la comunicación. Yo conozco a más de uno pero es problema de ellos y yo los únicos problemas que me gustan solucionar son los de los crucigramas. ¡Jesús que cruz le va a caer a algunos cuando se enteren sus parientas como tú bien dices!.

  10. Buena vista, abuelita. Fascista completo y además de los “marineros”. Je. Perdona que no me ría más pero es que lo de la calavera ya no asusta ni a Paquirrín, el hijo pequeño de la tendera donde compro el café. Te dejo que tengo que seguir currando con esto de “Don Ustez y el Señor Marinín”. Tú no te canses demasiado abuela. Solamente lee y sonríe. Je.

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