Matemática ¿estás ahí?.

En el nombre de Dios te llamo:
Matemática ¿estás ahí?
y tú te escondes asustada
entre binomios y polinomios
para huir de la propuesta
envuelta en postulados
que se caen hacia el abismo
de tu ateísmo circular.

Elevas tus teoremas
hacia exponentes materiales
y tu ínclito ateísmo
se enreda entre las paradojas
de la inexactitud de tus proposiciones.

Mientras tanto
tus numeros se alargan…
se alargan…
y el pi de tu circunferencia
se hace tan imperfecto
que nunca tiene un límite.

Es ahí dónde no encuentras
la exactitud de tus cálculos
y toda tu trigonometría
se enreda entre cosenos,
entre senos y tangentes,
entre cotangentes y probabilidades.

Haces cálculos para hallar
la inexistencia de Dios en tus palabras
pero tus palabras son vacíos
al hablar de las funciones
que has convertido en enigmas.
¿Enigmas de qué materia?
te pregunto en el aula
y tú, Matemática Atea,
te pones nerviosa… nerviosa…
hasta que el arco de tus parábolas
se llenan de escepticismo.

Nunca fuíste capaz
de hallar respuestas a las raíces
tan cuadradas y primarias
que se me escurren entre los dedos
para convertirse en nada.
Sí. Una nada de vectores
que no se dirigen al alma.

Te llamo en nombre de Dios
mientras Jesucristo espera
a que resuelvas el paradigma
de tu pi y tu alfa y tu omega
sin darte cuenta, asustada,
que toda tú eres un quebrado
llanto de impotencias.

Haces operaciones y sumas
y restas a los días segundos
con tal de no saber que existe
ese Dios tan Absoluto.

Sí. Construyes tus algebraicas
y agnósticas propuestas
sin saber exactamente
el número de planetas
que existen en el Universo.

A ti te llamo Matemática
de los ateos apotegmas
y las síntesis agnósticas
de tus números naturales,
de tus número primos,
del cuadrado de tus raíces
y de tus parábolas imposibles.

Son tus líneas paralelas
una locura inexacta
que jamás se juntan en un punto
de esta Tierra enriquecida
de versos y poemas.

Me basta con decirte adiós
para saber que ya soy libre
de tus cálculos centesimales.
No. Yo no soy una centésima
parte de una persona…
ni ningún cáculo de probabilidades
me ha dado la existencia.

Dios observa silencioso
mientras giras en las órbitas
de las ecuaciones dogmáticas.
No. Matemática querida…
de aquellos tiempos ya olvidados…
en tus ecuaciones y derivadas
no existe mi yo.

Mi yo sólo pertenece
a un único Destino
que no son tus cálculos algebraicos
ni tus quiméricos postulados.

Y tes escondes asustada
para intentar resolver vanamente
el problema de la tortuga y Aquiles
con tal de querer ser exacta…
pero el tiempo pasa…
Aquiles está dormido
y la tortuga no avanza
más allá de los límites
que Dios puso a su vida.

En nombre de Dios te llamo,
Matemática Atea,
y tú te escondes en principios
simplemente metodológicos
usando la Lógica Racional
de tus razones sin peso.

Jesucristo sólo observa
y sonríe en el Camino
mientras escribo un poema
al cálculo de las estrellas
que es mucho más exacto
que tus números infinitesimales.
Sí. Claro que hay un infinito
pero allí sólo existe
un Dios que permanece vivo
mientras tus logaritmos neperianos
se entretienen en los senos
de los cosenos, las tangentes
y las cotangentes sin sentido.

Y abres tus libros y lees
intentando entender mis versos
mientras los niños los cantan
simplemente con su espíritu.

No sigas tirando dados
en el cosmos sideral
para hallar la respuesta.
Dios vive y es mucho más
que un juego de sabios
lanzando a suerte o no suerte
el poder por fin encontrarle.

Y Jesucristo sólo sonríe
mientras escribo un poema
a ese Universo pequeño
que habita en mi corazón.

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