Cuadernos Americanos: En el Océano Pacífico.

El sol brilla sobre el mar con un amarillo intenso que hace que el oleaje sea suave y refrescante. Estamos en Machala, ciudad del sur de Ecuador, capital de la provincia de El Oro, situada cerca de la desembocadura del río Jubones, en la costa del Golfo de Guayaquil. Es esta ciudad un próspero centro comercial de rica agricultura (plátanos, cacao, café y curtidos de cuero). Hemos tomado ya el café y el yate espera mirando hacia el Canal de Jambelí.

Pronto subimos al yate y nos ponemos a navegar por las aguas del Océano Pacífico. Vamos hacia la isla de Jambelí, donde Vinicio, un amigo de mi suegro Armando, posee un pequeño islote. En este Canal del Océano Pacífico, se encuentra la isla de Puná donde se radica el tráfico marítimo del Puerto de Guayaquil.

Navegamos con rumbo a la isla de Puná y pronto tomo el timón del yate sorteando decenas de pequeñas embarcaciones de pescadores de mariscos que me saludan sin saber, exactamente, quien soy. La isla de Puná, al SO de Ecuador, pertenece a la provincia de Guayas, junto a la desembocadura del río Guayas y entre los canales de Morro y Jambelí. Sus habitantes son muy duchos en la pesca de mariscos y hay aquí también una gran cantidad de salinas.

Manejando el yate, siempre con la vista al frente, mi memoria recuerda a Miguel Ángel Asturias y, por ilación de ideas, a Víctor Manuel, el asturiano esposo de la cantante Ana Belén. Miguel Ángel Asturias fue un escritor guatemalteco, nacido en la ciudad de Guatemala en 1899 y muerto en Madrid en 1974. Este escritor había cursado estudios de Derecho y participó tempranamente en la lucha política contra el régimen de Estrada Cabrera. Pienso en su “Leyendas de Guatemala” y crece mi leyenda oceánica. También recuerdo su obra “El señor Presidente”.

Víctor Manuel es asturiano. Recuerdo que firmó los temas del primer álbum de su esposa Ana Belén titulado “Tierra” en 1973 y que también compuso las canciones de su siguiente elepé titulado “Calle del oro”. A mi mente llegan las músicas de “Sólo le pido a Dios” y “España, amiga blanca de mi esperanza”, así como “La puerta de Alcalá” (siempre viendo pasar el tiempo). Mi canto es un recuerdo de Víctor Manuel.

Nacido en Mieres en 1947 (tiene, por lo tanto, en la actualidad, casi 63 años de edad) su nombre completo es Víctor Manuel San José Sánchez y escribió, entre otras muchas más, canciones como “El abuelo Víctor…”, “Soy un corazón tendido al sol” y “Para la ternura siempre hay tiempo”. Y es que, en esta mi enorme leyenda del Pacífico, hoy mi corazón está, efectivamente, tendido al sol, recuerdo a mis abuelos Matías y Bonifacio y, para mí, siempre hay tiempo para la ternura.

No. No me tiembla el pulso al mando del timón y, olvidando por completo los maléficos cantos de las sirenas (como hizo Ulises), sólo pienso en las náyades (que provienen del latín “naia”, “naiades” y éstas del griego “naies”) que son ninfas de fuentes, lagos, rios y mares. Supuestas hijas de Zeus, Océano o de cualquiera de los ríos correspondientes, sobresalen algunas que engendraron héroes como Etolo, Lélega, Icario y Tiestes.

Etolo fue un héroe legendario de Etolia, país de la Grecia Antigua; Lélega fue un héroe legendario del pueblo de los léleges (generalmente considerados aborígenes anteriores a los griegos antiguos, que vivían en Tróade, Caria y otras regiones de la Grecia Antigua); Hicario fue un héroe legendario cultural que enseñó el arte vinícola a los griegos y lo mataron unos pastores embriagados en el famoso Bosque de Maratón; y Tiestes fue un hermano gemelo de Atreo, hijos de Pélope y de Hipodamía que, junto con su hermano gemelo, mataron a su otro hermano Crisipo.

Pero yo, al timón de la poesía total del yate, rumbo al islote de Jambelí, no construyo ninguna leyenda para la muerte sino leyendas para la vida esquivando la amenaza de Neptuno. El sol sigue alumbrando con su amarillento resplandor mientras sueño con mi princesa tumbado en la arena de la playa bajo una palmera… y con una de sus hojas amarillentas en la mano escribo “La Mariposa Encantada” que nace de una pequeña frase (“las piedras mentirosas”) de mi hija mayor. No tengo ninguna intención de entrar en el Libro Guinnes de los Récords pero sé positivamente que mi minirelato que dice: “Dios gritó !paz!” es el minirelato más corto que existe en la Literatura Universal conteniendo todos los ingredientes que debe tener un relato. Lo he demostrado varias veces y eso es lo único importante. !Que se vayan lejos de mí todas las Academias de las Lenguas porque yo sigo escribiendo tranquilamente mis leyendas oceánicas!.

Y así es cómo conocí a Pélope e Hipodamía. Sí. Conozco a Pélope (el hijo de Tántalo y nieto de Zeus que introdujo en Grecia el lujo oriental) y a su esposa Hipodamía, la hija de Enómao, rey de la Élide, y de una ninfa (según algunos mitólogos) o de Eurente, hermana de Leucipo (según otros mitólogos).

Y seguiré bebiendo sidra mientras haya sidra en el lagar (recordando de nuevo a Víctor Manuel). Cierro los ojos. Mi princesa esta junto a mí. Sólo eso me basta para crear mil y una leyendas… !que para nada deseo entrar en el Libro Guinness de los Récords ni me interesa para nada el minirelato de Mario Benedetti que se basa en una verdadera tontería sobre los dinosaurios!. Mis leyendas y relatos son para el pueblo y eso es lo que me llena de sano orgullo.

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