¿Me pertenece a mí esta bendición?. (por Olavi Skola y José Orero).

Había cosas que sólo pensarlas me parec´´ian arriesgadas, cimas demasiado altas que no me atrevía a escalar.

Vivía una etapa de estabilidad en mi vida y eso sí que era un milagro. Con nostalgia miraba esa otra cima más alta per me daba vértigo y miedo. Tenía que dejar de pensar en lo imposible, pero el subsconsciente me decía: ¿Y si fuera posible…?. ¿Cuá era esa cima por conquistar?. El matrimonio y una vida familiar.

Como ya había tenido un fracaso al año de convertirme, dejé que las nubes escondieran esa cima porque me parecía demasiado arriesgada.

Antes de mudarme al sur de Finlandia esas nubes empezaron a disiparse. Observaba, me irritaba, oraba, rezaba pensamientos que volvían una y otra vez. Quería escalar.

Durante los dos años que estuve en la casa de campo, estaba tan entregado al trabajo espiritual y físico que no se me ocurrió pensar en nada más. Tenía miedo de mí mismo y de volver a equivocarme.

En esta casa vivían también chicas de mi edad pero ni me atrevía a pensar en ellas. Cuando muraba al sexo opuesto mi preguta era; !¿Dios, cuál es tu voluntad?”.

Llegó un momento en que la conquista de esta cima llegó a fastidiarme tanto que consumía todas mis energías. No podía contrarme en otras cosas ya que esa cima requería toda mi atención. Yo era un hervidero por dentro. La vieja impaciencia empezó a presionar. Oraba, sufría, me preguntaba.

Me había fijado en Marketta, la hija mayor de la casa. Una noche después de orar ya no podía aguantar más y toscamente le pregunté (partiendo sólo de la base de que podía ser la voluntad de Dios): “Oye ¿crees que tú y yo podemos tener algo en común?”. La respuesta fue un “!Quéeeeee!” y a continuación un silencio que duró días y semanas. marketta era como un pozo cerrado y había que adivinar qué se movía debajo de la tapa.

Al cabo de un tiempo, cuando no había nadir alrededor, volví a hacerle la misma pregunta intentando disimular mi impaciencia. La respuesta fue sincera: “No siento nada hacia ti”. me sentí fracasado, aún así recordé las palabras de la Biblia: “Si este proyecto es de Dios no caerá en saco roto”. El pozo se volvió a tapar, pero debajo algo hervía.

Ahora le tocaba a Marketta sufrir y preguntar: “¿Qué piensa Dios?! ¿Qué opinan mis padres?. Un hombre con ese pasado, con un carácter tan impulsivo y sin ninguna profesión”. Yo vivía ahora esperanzado y Marketta en incertidumbre. A veces percibía su lucha, Yo oraba por ella.

Pasó el tiempoy el corazón de marjetta cambió. Comenzó a recibir confirmación de que Jesús iría con ella si aceptaba mi propuesta. Hasta ahora nuestra relación había sido distante pero desde que Marketta tuvo respuestas d eparte de Dios a sus preguntas comenzamos a salir. Estábamos seguros de que éramos el uno para el otro. Lo imposible fue posible. Al año nos casamos. mi lucha en solitario había acabado, empezábamos juntos.

Cuando escribo este libro ya han pasado quince años en el camino de la fe y doce de matrimonio: tengo una niña de diez años y un niño de nueve.

A los 4 años de estar casado regresé a Kokkola, mi cuuadad natal, el sitio que, por un acto impulsivo, había abandonado años atrás. La salida de all´ñi fue guiada por Dios y también el volver fue su voluntad. pero éste es un capítulo aparte que se quedará sin contar por esta vez.

Un día después de volver me encontré de pie en un lugar donde no había querido estar. No quería ir porque despertaba en mí recuerdos que tenían sabor a culpabilidad. Ese lugar era la tumba de mis padres, pero ahora estaba allí, de pie…. y lloraba. ¿Por qué?. Porque pude sentir la misericordia de Dios. Entre la tumba y yo estaba la Gracia de Dios. “Mira, lo viejo se ha perdido y mira, algo nuevo está en su lugar”.

en mi ciudad natal me encontré en sus calles y esquinas a su gente: autoridades, personal del hospital, los borrachos, los chicos de la calle… mi pasado. Pero ya no huía, ni huyo.

JOSÉ ORERO:

´Los éxitos obtenidos en las tierras americanas, los aplausos conquistados como periodista y escritor además de otros oficios temporales… ¿me pertenecían a mí?. Sí y no. Sí me pertenecían a mí porque eran productos de mi propia preparación humana, cultural e individual… pero en realidad pertenécía también a mi Princesa, mis hijas y, sobre todo, al Hombre Sabio que me observaba, desde niño, desde arriba. Sí. Era Dios. Y ahora que he vuelto a mi querida patria española, liberado por fin de aquel infierno que se hundió poco tiempo después en su propio caos y tragado por el Dragón de los Bancos, me ha´ce pensar que todo aquello fue la prueba que tenía que pasar por seguir el Camino de Jesucristo.

Libre, como siempre de ideología alguna, seguidor como siempre de mi priopia “idealogçia” que me da la libertad humana… sé que todo ello se lo debo a Dios, a Jesucristo y al Espíritu Santo.

Sé que me ha llegado la hora de recoger todo los que tantos años sembré y sé que se cumplirán las promesas de Jesucristo (incluído el milagro 16-18 que no explico porque pertenece a mi Princesa y a mi únicamente). sigo mi Camino hacia la Eternidad en esta tierra. Esyot aghora viviendo junto a las tapias del cementerio viejo pero sé que nunca entraré en él porque ella y yo y nuestros descendientes hemos vencido a la Muerte.

Este libro escrito junto a Olavi Skola tiene la siguiente particularidad: todo lo escrito en nombre de Olavi Skola es su libro titulado “Laberinto de la Muerte”. Todo lo escrito por mí es original y nunca antes lo había escrito en lugar alguno. Por eso, si Skola acepta forma parte de él, lo titularé “Saliendo del laberinto”.

Y es que salir del laberinto significa, como dije antes, vencer a la Muerte y ser Eternos.

FIN

Un comentario sobre “¿Me pertenece a mí esta bendición?. (por Olavi Skola y José Orero).”

  1. Te veo optimista respecto a la muerte, pero la muerte de un ser querido va apagando poco a poco tu espiritu y por mucho que quieras superarlo no puedes, se me muere un primo de mi marido, eran como hermanos, de nuevo vuelve a posarse el cuervo en mi hombro, un saludo

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