Melodías desdichadas…

Mire hacia la linea que a lo lejos el mar pintaba anunciando su fin, como el que siente que su muerte es inminente: con ese aire en los ojos, sin ningún rastro de esperanza ni alegría futura posible.
El banco en el que me hallaba sentado rugía entre sus tuercas y, aunque de aspecto antiguo y destartalado, yo bien sabia que aguantaría mi peso y cientos kilos más. Lo observé con detenimiento y a mi lado recordé que había traído aquel libro, aquel insignificante libro que ya poco significado tenía para mí. Estuve a punto de tirarlo al río, desde lo alto del puente en el que me encontraba y hacerlo desaparecer bajo el agua.
Pero entonces recordé una cara familiar, aquel torso arrugado y seco tras el que se escondía un corazón humilde, de oro. Recordé su cara y entonces recordé la otra, y mi alma se abrió, dulce, como una fuente que emanaba; y el susurro de una lágrima en medio del viento me pareció la melodía más triste que había escuchado en toda mi vida…

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