Más allá de La Peste (Relato) Cuarta Parte

Al dia siguiente del comunicado oficial del Vaticano, se reunen en una ciudad importante, los altos cargos pOlíticos del exterior y las principales personalidades políticas y civiles del país al que pertenece la ciudad ya acordonada inevitablemente. Los periódicos tienen prohibido publicar nada sobre este asunto. Es necesario que en la ciudad nadie lo sepa. Que nadie sepa que nadie les va a ir a ayudar y salvarles de la muerte seguira. Las emisoras de radio sólo tienen permiso para emitir música alegre y sensual y en la televisión los directores de las diversas programaciones han sido obligados a televisar “telebasura” en general. La ciudad completa es un completo basurero. Los cadáveres están tirados por todas las partes mientras las ratas chillan alegres y triunfantes. Pero la peste está apesadumbrada.

Sabe que no le ha podido vencer. Sabe que el médico ético jamás cayó en su cuerpo desnudo y sabe que quedó virgen de la enfermedad. El cartel del hospital general “No Molesten. Estamos trabajando” sigue en la puerta del laboratorio; pero ya no hay absolutamente nadie dentro de éste. Todos los médicos se han ido a festejar la danza de la muerte, un carnaval callejero patético y dantesco. El comisario general se reúne con el prefecto y el alcalde de la ciudad para juntos, y sin dudarlo, irse de fiesta a la sala perfumada de la peste. Todos los grandes dirigentes de los partidos políticos de la ciudad hacen lo mismo. Desde que ya no hay madie que les haga pensar, su conciencia está vacía. Filosofía de la muerte. El médico ético está tan lejos ya que no existe ninguna posibilidad alguna de que pueda volver. La peste le sigue queriendo, pero sabe que ha sido derrotada. Los demás sólo son simples títeres de guiñol y ya no sonríe ni ríe a carcajadas. Por primera vez en su vida la peste llora de dolor y desesperación. Sabe que ha sido derrotada.

Por otro lado el famoso cronista de la ciudad, que es de los pocos que no suben por las escalinatas, está escribiendo la historia de aquel lugar. Todos, hipócritas, se saludan cortésmente mientras ya ni tan siquiera gozan. Como autómatas humanoides en vez de seres humanos van muriendo… muuriendo… Filosofía de la muerte.

El famoso cronista de la ciudad escribe: “Era un buen hombre. Jamás quiso saber nada de las ratas y jamás las tuvo miedo. Era un buen hombre de verdad. Esta mi querida ciudad sólo me produce dolor y lágrimas. Algo se ha perdido en ella: la humanidad. Aquí ya no existe la humanidad. El hombre que mejor conocía la ciudad se ha ido para siempre. Era todo un caballero de verdad. Siempre amó a ésta. A la verdad. Y siempre quiso publicar bien harto qué es la verdadera verdad; esa que hace que los hombres sean libres y que sepan qué es la libertad y cómo se debe vivir la libertad. Él nunca cayó en la trampa. Yo fui su único amigo pero no me atreví a seguirle. Debí haberme ido de esta ciudad, pero la amo tanto, que sé que me contagiarán la peste los propios ciudadanos a quienes tanto encumbré con mi pluma. Todos somos culpables… todos los que estamos encerrados en esta caja de ratas sin posibilidad alguna de escape somos culpables. Él fue el único hombre que lo entendió y se esforzó por explicárselo a los demás. Pero los hombres de mi amada ciudad se han vuelto necios, cobardes, no saben valorar la virtud y viven una falsa vida alegre que ni es vida ni es alegre sino muerte nada más”.

Después, el famoso cronista de la ciudad de Matrix, mientras el médico ético ya se encontraba en su amada ciudad de Madrid, terminó su crónica y sólo deseó morir. Filosofía de la muerte.

FIN

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