*-Muerte de una ninfa contemporánea-.*
No hay nada allá donde territorieé a óleo mis huellas.
Nací, crecí y morí el mismo día por la mañana. Pero no hay resentimiento en el trasfondo comicotrágico de estas palabras, porque aún así, yo voy a ser un halo de luz entre el esparto.
Siempre dijiste que todos los caminos iban a la Luna, pero que no todos los hombres la pisarían. Y por eso yo anduve dejando en los recovecos hilos de oro y cabellos de niña estremecida. Y no había laberinto capaz de encerrar a mi minosagitario corazón.
Caminé por sendas custodiadas por marmóreas figuras irisadas, de cuerpos insensibles que yo diría que lloraban.
Al fondo, una voz y un susurro de dragones cuando echan el vuelo. Vi algo saludarme con la mano. Yo tomé entre mis manos al pequeño ser humano, y con suma quietud, lo enredé entre mis dedos mojados. Pensé que parecía una diosa griega tomada por la gracia que reside en todas las historias de muertes sobrenaturales… y de repente, él comenzó a morir.
Nadie quiso escuchar mi canto de sirenas ulíseas. Nadie frenó su desesperezar de duendes para preguntarme de qué insólito lugar lo había traído. Y yo, sujeta a la esencia de la muerte con la mano izquierda, y con el olor de los recién nacidos apestando en la derecha, seguí relatando en un dialecto de ángeles oscuros inventados, la Verdad Absoluta Presente en Todas las Cosas.
Pero nadie quiso pararse a oír.
Porque no todas las personas sufren del mismo acento.
Nadie dijo mi nombre cuando los románicos seres empezaron a preguntar quién era Espartaco. Pero el día que yo nací, Estados Unidos no tenía Presidente.
Nadie se detuvo a desvelarme la complejidad sociológica de la ética, la religión o la bondad. Nadie me dijo quién se había inventado ese tipo de cosas. Nadie me dijo porqué yo no podía reinventar algunas más. Nadie me dijo porqué me sentía tan impotente y malvada.
Y como por seguir la rutina de la naturaleza… Anidaron insomnes, desamores en mi lengua. Pero fui incapaz de sentir nada.
Entonces fue cuando la luz de que ardía Roma se filtraba por las rendijas de las persianas, oscureciendo la espalda de algún Goliat que yacía muerto bajo la cama de David. A este le brillaban las espaldas como si fuesen de meteorito, pero yo tuve ese escalofrío que da cuando amanece demasiado pronto: y entonces supe que iba a morir en el cénit de su gloria.
Y por ello, me calcé las alas de mimbre y de terciopelo la piel, y me eché a ras del fuego por el humo ascendente de la última calada de su cigarro. Detesto el olor, pero me arde el alma cuando lo ansía tanto y hasta que olvida quién es.
Porque había un hombre diminuto sentado en la silla verde llena de hojarasca, en el derruido porche, en la choza de la playa… y yo quise ser etérea consumida en su fantasía.
Conocí por el camino a muchas mujeres buenas; de esas que son pacientes y no lloran con la fusta de sus colosos Barba Azules. Conocí muchos fantasmas del humo de rosas como yo.
Pero yo sólo hacía preguntarme por qué ellos no me conocían a mí. Y mi historia, comenzó a sangrar de nuevo como una cicatriz.
Fue ese, el momento confuso de morir: Porque hay vértigos más grandes que el amor.
Y en el transitorio río Aqueronte, tras el faro de Hermes en la Laguna Estigia, me dijo Caronte “págame”, y yo no tenía más que enanos para darle. Págame. Paga tu precio, o no pagues nada puesto que nada has de valer. Me dejaría vencer sobre la apacible geometría del sueño justo cuando filtró un beso en mi rodilla; pero yo estaba excesivamente rígida, y no pude sentir falso amor compasivo: todo tiene arreglo menos la muerte, había aprendido.
Otro día, en otra vida, en otro tiempo… hubiese sido violinista en el rellano de algún bar de poetas moribundos; pero hoy, he sido sólo una Melibea hija de alguna mortal Dalila. O quizás al contrario. Pero he sido. Eso cuenta, aunque no brillen mis historias en las cuencas lacrimosas de mis ojos rojos de jaspe contaminante.
Lady Oscura
02-06-09
De tanto caminar por las lagunas Estigias a veces nos llevamos la sorpresa de encontrarnos algún ser como la del Lago Ness… sólo que en el Averno existe un Cancerbero feroz. Buenas meditaciones las tusyas. Felicitaciones.
Un relato tan profundo que he de sumergirme en el para poder asimilarlo.
Un abrazo