Nadie se queda.

Pasamos todos por la misma calle y un día nos vamos. Me sorprendió no ver al viejo sabio que hablaba de la muerte como quien se fuma un puro. ¡Eso llega, tarde o temprano! Se reía de los jubiletas que, en chandal, daban saltitos alrededor del banco. ¡Estos ven mucho la tela, pero llega igual! Ya no está. Vi su esquela en la puerta de la panadería. ¡Me reí, pensando en la inmensa carcajada al descubrir que él sabía cuándo y cómo!.

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