Una herida que jamás podrá cerrarse.

La noticia estaba servida desde muy temprano: el papa de Roma visita un campo de exterminio en Alemania. Su discurso ha parecido completo, pero no ha bastado. La comunidad judía sigue exigiendo el reconocimiento de la Iglesia Vaticana de los muchos errores que consumó con el papado de Pío XII. Desde una profunda reflexión todo papa es un mandatario político, asume un planteamiento político y se rige por una doctrina política. No es de rigor entender una “fe” donde resguardar los principios humanos, donde refugiarse para servir a los hombres desde un trono. Para la iglesia católica los gestos, las actitudes, los símbolos parecen significar el todo de su política. Un papa visita un campo de exterminio, expresa un discurso, pero el profundo dolor, la huella en la memoria, lo absolutamente indecoroso del hecho histórico está pidiendo que se ofrezca “perdón”, que se exprese una voluntad de diálogo y compromiso. Los gestos simbólicos no son suficientes y mucho menos cuando la verdad se oculta, cuando no es políticamente corrrecto aproximar la verdad a los sufrientes, a los que han cargado con el peso de un ingrato dolor. Aquí, en este lado de la historia, se unen judios, mendigos, homosexuales, judíos…seres humanos que se consumieron en las garras de otros seres humanos. No hubo voluntad para detener a la Bestia, hasta que se decidió actuar por motivos políticos, por necesidad histórica. El dolor del siglo pasado aumenta en el presente.

Vuelvo a reflexionar sobre la necesidad de una revisión clara y amplia de uns iglo XX que nos ha condenado a seguir en el XXI.
Y aquí, cuando la iglesia de Roma, cuando su imperialismo ideológico se ha paseado en avión, en coche, en loor de multitud, se requiere una serenidad voluntaria y coherente. Polonia fue el primer pastel que devoró la ansiedad nazi. Polonia es el centro generatriz de todo lo predestinado a la santidad y a salvaguardar la fe impuesta por Roma.
No se atraviesa el puente del pasado sin que las piedras sientan el peso de muchas derrotas. La fe dogmática, es incohrente con el derecho filosófico a encontrar la naturaleza humana y el sentimiento hierofánico innato a lo humano. Duele que se perseveré en presentar a políticos como portadores de la úniva verdad y a teólogos como jueces, libres de toda culpa, de la responsabilidad debida a cuantos formaron parte del horror y del miedo. Ellos conocieron la naturaleza real de los infiernos. La mano bondadosa de los dioses se cerró en un puño y ahogó las voces de hombres, mujeres y niños. Dios no se puso del lado de los judios, ni los mendigos, ni los homosexuales, ni de los pobres…Tampoco puede, un teólogo confirmado en su trono, ejercer de potestad absolutista a la hora de perdonar. El perdón nace cuando se es libre y consecuente de la responsabilidad debida. El gran silencio, por procedimiento cautelar, sigue convirtiendo al Vaticano, en el gran panteón de todas las libertades.
No escribo este texto sin reflexionar lo que las palabras expresan. No condeno ni deseo establecer una crítica que no sea constructiva. Escribo desde mi derecho a sentir al resto de los seres, los que me permitieron vivir y los que me dejan vivir. Un hombre no puede ser nunca dios, porque dios no alcanza tanta capacidad, porque a su imagen y semejanza jamás hubiéramos sido capaces de esconder, bajo la alfombra, la inmensa soledad que la historia esconde.

Un comentario sobre “Una herida que jamás podrá cerrarse.”

  1. Y es que hay heridas, compañero, que han dejado demasiada huella en la historia humana. Pedir perdón a esas páginas (y las hay muchas y de muchos colores a lo largo de la historia pero siempre con los ribetes negros de la muerte) no es ya suficiente. Lo único que podemos hacer es desear convertirnos en humanos. Los papas -y yo respeto a cualquier sentimiento religioso- no pueden ya solucionarlo. El caso es que uno de ellos -Pío XII exactamente- fue tan pecador como Pilatos. El problema es entender si los papas, al igual que los demás líderes de todas las demás religiones, son realmente tan humanos como para dejar de ser ya alguna vez jerarcas del imperialismo ideológico. Quizás Dios exista tan inherentemente con la Historia que sea una Soledad. Efectivamente, grekosay… ningún hombre puede ser jamás un dios… salvo los diosecillos de la ideología hierofánica disfrazada de teología cardinal.

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