Nexos

La santa inconsciencia
que me alejaba del eco
de tu boca:
violeta y febril
calvario y aguacero,
ya nada te pedía.
Desde la importancia
de no reconocer
lo cognoscible, de no
desvirtuar los débiles
pasos del pasado oportuno;

la resequedad de la fantasía
de una piel revuelta
entre blancas jaleas,
bajo las cumbres que
nos unen, en un pacto de frontera
teñido del hondo salitre
común.
Desde allí alimentábamos la
tibieza congelada de la
lejanía, del roce inorgánico: fatal.
Derrapaba por encima
del pedregullo de mi
conciencia, la máquina
posmoderna del silencio
tangible.

La ausencia de una
voz de viaje;
que palpa, sin ganas,
las pesadas llaves de una enorme ciudad.

Nexos.

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