¡No dejes que tus ojos lloren!

Se inventó el dolor, y los dolores
y los gestos arrugados de las flores marchitas
sobre los balcones colgados.
¡No dejes que tus ojos lloren!
Déja de llorar y grita al viento tus sentires,
pálpitos de luz,
la cruz que pesa,
el insulto amargo que destroza el alma;
la calma huida entre sollozos.
Y toda la amargura de no poder sobreponerse.
Egoísta, te digo queno llores, porque
me asusta la oscuridad de tu mirada.
Simplemente por temor,
ausente del valor necesario
para dejar que seas la rosa abierta
que exhala su perfue en gotas
de rocío.

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