Noches de la Alhambra.

Encaramado esta tarde, a lo más alto del caqui,
me dispongo como negro mirlo a contemplar,
lo que como humano, he llorado durante siglos.

Nobles montes, llenos de atrevida vegetación,
que arrullan la visión mas bella y placentera,
el palacio donde tantos años me sentí feliz.

Siempre permaneció Granada en mis entrañas,
he sido poseído por tristezas inconfesables,
por la hermosura arrebatadora de lo perdido.

En las noches de Luna llena y de fantasmas,
mi alma se mece lenta, al ritmo de lo antiguo,
al son de una danza invisible que la envuelve.

El sonido de las aguas limpias, de sus fuentes,
hacen manar en mí, recuerdos memorables,
tal vez sean de mil y una noche de leyendas.

El hechizo de unos encantadores ojos morunos,
tras una celosía de madreselva que los ocultaba,
del poder y ansia de mis más recónditos deseos.

Un patio de leones, servía de abrigo a ruiseñores,
mientras el murmullo de la suave brisa vespertina,
difundía el dulce trino de melodías de jilgueros

Aroma de blancos jazmines invadiendo mis entrañas,
mientras la vida pasa serenamente en la Alhambra,
el fluir efímero del tiempo, se convierte en mágico.

Siento mi cuerpo renacer a los tiempos de esplendor,
cuando mi espíritu todavía era puro y verdadero,
meciéndose feliz al arrullo de las noches andaluzas.

Las mariposas aleteaban en los cuidados jardines,
mientras los magnolios abrían sus flores a la mañana,
al tiempo que los seres vivos suspiraban al ver la luz.

La brisa del viento venía con el nuevo día a saludarme,
haciéndome creer el califa de tu precioso corazón,
sentía que compartíamos los mismos espacios de ternura.

El brote del querer, floreció en Granada tiempo atrás,
entre un hombre árabe y una sensibilidad cristiana,
que se convirtió en un espacio abierto a las culturas.

Conformada en palacios y jardines plenos de iridiscencias,
que tras sus murallas contemplaban un alumbramiento,
el pálpito del corazón de un hombre al contemplar un paisaje.

Una visión convertida en adoración a la vida, a sus fragancias,
a su espiritualidad, a la claridad de sus espacios y contornos,
a la serena magnitud de sus colores y en veraz apasionamiento.

Es por eso que en el día otoñal de hoy, como ave cantarina,
vengo modestamente, a habitar dentro de tu primoroso espacio,
y si no puede ser, a morir aprisionado de amor entre tus flores….

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