Nostalgia en el ascensor

Llevaba casi un mes acudiendo al hospital todos los días. Su padre se encontraba en estado crítico en la undécima planta, y cada día a la hora de las visitas, en la planta baja, se preparaba el mismo follón.
Unos, con la ingenua y estúpida intención de que el ascensor bajara a recogerlos de inmediato, se empecinaban en apretar el botón, que indicaba claramente con su lucecita encendida que ya estaba de camino…, una y otra vez, y además con una expresión de…”anda que sino es por mí que le estoy apremiando…”.

Cuando el ascensor abría sus puertas, la muchedumbre se agolpaba a meterse en él como si en ello les fuera la vida; la vida, o el orgullo; el orgullo, o… el jódete que yo llegué más tarde y entro el primero; el entro el primero, o… esto está que rebienta pero me hago un huequito aquí antes de que se cierren las puertas; me hago un huequito, o… esperen por favor que falto yo y hay sitio para todos si se van más al fondo eh?. Cada uno tendría sus razones, vete tú a saber!!!.

Él, entro como siempre; tranquilo y a paso sosegado. Se colocó dónde aquella maraña variopinta le dejó; justo en el medio del ascensor y apachurrado. La gente seguía aún pulsado el botón del número de planta en la se apearían, cuando en la cuarta el ascensor paró en seco. Se oyeron todo tipo de exclamaciones al unísono, como; ¿que ha pasado?. ¡Uy que miedo!. ¡Que me mareo!. Tranquilos, tranquilos. Dénle al botón de emergencias. Eso es por va muy cargado que ya lo dije yo. Alguién habrá tocado dónde no debía. No pasa nada se darán cuenta. Que sofoco, apartese un poco que no respiro. Por favor callénse todos que sino no oímos. Esto de la seguridad social es una verguenza. Nada, que no funciona el botón de emergencias. Vamos a morir. Ay Señor. Por Dios no fuercen las puerta. Y una letanía sin fin.

Él, ni oyó ni dijo nada, sólo miraba a las personas que le rodeaban . Hizo en silencio un recuento del número de almas que portaba el ascensor, y a continuación empezó a calcular la edad de cada una de ellas. Unos 35, mas de 40, casi 60, pasa de los 70, acaso 50….Tardó muy poco en caer en la cueta de que él, era el más joven. Si al menos hubiera alquien más o menos de su edad…
pero morir entre tanto viejo…. No poder mirar en aquel trance a alquien como él, cruzar unas palabras o una sonrisa, o triste gesto de miedo, y carecer del consuelo que le brindaría sobrentendido y silenciosamente ese alguien…le llevó de inmediato a imaginar que la noticia de la prensa seguramente le mencionaría como el más jóven de entre las diecisiete víctimas mortales.

Se equivocó sólo en un pequeño detalle; la noticia del periódico del día siguiente rezaba así:
Lamentable accidente ocurrido ayer tarde en el Hospital Clínico Universitario.
Uno de los ascensores, con diecisiete personas dentro, todos familiares de enfermos,
cayó al vacío desde la cuarta planta. Aún se desconocen los motivos de dicho infortunio, que se ha cobrado, lamentablemente, la vida de J.L.A, de 21 años de edad. El resto de los accidentados, están todos fuera de peligro.

Dakota

5 comentarios sobre “Nostalgia en el ascensor”

  1. La sorpresa convertida en drama que termina con la sencillez de una muerte envuelta en el hálito de lo imprevisto. Posiblemente JLA todavía este aleteando en el imposible de lo verosímil de tu relato que es fantástico por su sencilla y corpuscular cadencia. La Muerte no sabe de edades, sino de momentos envueltos en el misterior de un ascensor… Me gusta como expresas esos momentos llenos del velo de lo increible pero cierto.

  2. que facinante, me encanto este relato, pero mejor el final,no se si decirte, oye cambia el final, o decirte lo mejor de todo esto fue el final, es extraño, pero no deja de ser sorpresivo, fantasmal, abrumador, pero chistoso, esto es una tragi-comedia embuelta de todo de un poquito, te deseo lo mejor, y sige asi, escribiendo.

  3. No sé si algo así ocurrió de verdad, pero es lógico pensar que sí.
    Soy yo, la que cuando entra en uno de esos ascensores me dedico a observar a quienes me acompañan y a calcular sus edades.Me atrae saber a quien me une el destino. Era la más jóven cuando tuvieron que sacarnos a todos por un hueco de medio metro, por suerte no “hubo ninguna víctima”. A punto de cumplir los 46, sigo hacíéndolo. 😉
    Besos

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