Nunca me duelen…

Nunca me duelen las yemas de los dedos cuando escribo, porque lo hago en base a mis propios Principios y he determinado no renunciar a ellos. Todos tenemos Principios aunque algunos digan que es sólo el puro azar. No es cierto. Algunos plantean todavía cuestiones ya superadas hace muchos siglos (exactamente 2011 años) pero cada cual recoge, al final, lo que siembra con sus sueños. Es más importante ser factible que desaparecer en las nieblas de las dudas. No. Yo no deseo dudar de lo que sueño.

En medio de este mundanal ruido de proclamas y consignas hay quienes nadamos hacia la costa de lo sensible. Allí es donde nos esperan las que nos aman, las que no han perdido las esperanzas y las que siguen siendo nobles. Además… ¿qué sentido tendría escribir de sueños si estos no fuesen posibles?. No estaríamos en este nuestro mundo sino en el mundo de los otros, los que desean, a toda costa, hacernos comulgar con ruedas de molinos. Los molinos están bien para quienes quieren perder el tiempo en debates sobre si Don Quijote venció o fue derribado para siempre. Yo no entro en esas cuestiones porque no cuestiono mis criterios propios.

Defiendo mi libertad de soñar despierto. Defiendo, por eso mismo, las libertades de quienes piensan de forma simétrica y no asimétrica. Si la vida, para mí, es una simetría compuesta de realidad y sueño realista no voy ahora, a estas alturas, a claudicar ante el hecho de que haya otros que indiquen cuestiones opuestas. Está bien que dabatan sus susceptibles puntos de vista pero a mí no me duelen las yemas de los dedos al escribir lo que fui, lo que soy y lo que deseo llegar a ser. Si repitiera una vez más mi existencia, una vez más estaría conforme con ella. Por eso es falso que haya quienes me digan que soy inconformista. No. No es cuestión de incoformismo sino de tener fe en esos Principios. Y en cuanto a Principios no tengo la menor duda de que existen esos milagros que otros no saben cómo explicar.

Al principio era inconcluso. Es cierto. Pero también es cierto que concluyo llegando al punto de vista de que soy quien Dios quiere que sea. Eso es, para mí, lo importante y no las patéticas propuestas de quienes dudan de todo lo bueno que existe en la Creación Divina. Si alguien escribió, como es cierto, las Comedias Divinas yo sólo sé que puedo estar totalmente convencido del Milagro de la Transformación. No me preocupan quienes no me entienden. Me basta con saber que hay algunos y algunas que saben de lo que hablo. No. No es que esté despreciando opiniones ajenas. Es, simplemente, que mis opiniones se basan en mis propios criterios pero ¿qué son mis propios criterios?. Me lo he preguntado muchas veces y no me duelen las yemas de los dedos cuando escribo que mi propio criterio es el que sé, con total certeza, que Jesucristo me ordena escribir como me enseña el Espíritu y a tener Fe en lo que Él promete.

No me duelen las yemas de los dedos porque sé que es cierto y verdadero. Que, más allá de lo que me critiquen o me ofendan por parecer tan ingenuo, está la Verdad madura y real de los Milagros de la Transformación. Y cuando hablo de ello dejo de ser mi yo pero no dejo de tener mi propio criterio. Esa es la Razón a la que subordino mi lenguaje. Esa es la Razón a la que aplico mi sueño. Esa es la Razón que entiendo con plena claridad en medio de las oscuridades ciudadanas. Y es es la Razón por la cual sigo en pie con el corazón latiendo en esa Fe, en esa Creencia, en ese Espíritu y en esa labor transformadora del Tiempo que nos vuelve a hacer tan reconocibles como fuimos. Muchos dirán que no me entienden y muchos lo dirán falseando para hacer dudar. No. Jamás dudaré ni un instante de todo ello. A mí no me interesa debatir cuestiones ideológicas sean de la clase que sea. No me interesa debatir sobre ideologías sociales, políticas y religiosas. Respeto. Basándome en el respeto a los demás yo sólo sigo el camino de ese Milagro de la Transformación. Y por eso no me duelen jamás las yemas de los dedos cuando escribo.

Es mi obligación dictarme a mí mismo mi criterio propio y, en medio de este mundo de dudas y de cuestionamientos, ni dudo ni cuestiono ese Principio del Milagro de Jesucristo. En realidad, respetar a los demás no es seguir a los demás. Respetar a lo demás puede ser valioso… pero lo válido es respetarse a uno mismo y seguir ese Camino, esa Verdad y esa Vida llamada Jesucristo. Hasta luego. Ya sabéis que no me duelen las yemas de los dedos cuando de escribir con el criterio cristiano se trata. Lo demás, para mí, ya no existe.

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